Los partidos independentistas siguen proclamando su memorial de agravios y reclamando al Gobierno del Estado todo tipo de concesiones: amnistía y referéndum, pero también infraestructuras, reparaciones, transferencias, reformas y, sobre todo, dinero, porque, como dijo el conseller Giró, “el país se nos cae a pedazos”. Utilizo maliciosamente la palabra concesiones porque, en general, que se otorguen las reivindicaciones no depende de la parte catalana que reclama, sino de la voluntad de la parte española de concederlas. La cuestión es qué pueden ofrecer a cambio los independentistas al Gobierno de Pedro Sánchez para forzar su voluntad y que se avenga a atender las reivindicaciones catalanas. Y sólo hay una respuesta.

Que le interese al gobierno español, a cambio de las concesiones, los independentistas sólo pueden ofrecer estabilidad política. Y no hace falta decir que los conceptos estabilidad e independencia son políticamente incompatibles y excluyentes el uno del otro. Con estabilidad, el Estado no tendrá ningún incentivo para negociar la independencia ni nada que se le parezca y si se produjera una gran movilización independentista, la estabilidad saltaría por los aires.

En todo caso, como todo el mundo ya ha interiorizado que la independencia no está tan cerca y que el referéndum, yendo bien, queda, en palabras del presidente Junqueras, para 2030, es lógico hasta cierto punto que los partidos independentistas intenten sacar alguna contrapartida apostando por la estabilidad. La estabilidad es lo contrario de la movilización y, francamente, tampoco se ve a los partidos independentistas muy capaces de volver a sacar a la gente a la calle, ni de convocar huelgas y protestas lo suficientemente multitudinarias como para hacer tambalear al Gobierno del Estado. Así que cuando hablamos de estabilidad como contrapartida a ofrecer a Pedro Sánchez, ahora mismo sólo podemos referirnos a la estabilidad parlamentaria en el Congreso de los Diputados, que pasa inexorablemente por el acuerdo presupuestario.

¿Estarían dispuestos los independentistas a derribar al-Gobierno-más-progresista-de-la-historia y propiciar un Gobierno de la extrema derecha?

Efectivamente, la estabilidad del Gobierno PSOE-Unidas Podemos para poder acabar la legislatura depende casi exclusivamente de que se aprueben ahora los presupuestos del próximo año. Si no se aprueban, sería un fracaso personal de Pedro Sánchez y lo más probable sería que en pocos meses iríamos a unas elecciones anticipadas con muchas posibilidades de que las ganara el bloque de la caverna con mayoría absoluta. Sin embargo, si se aprueban los presupuestos, el resto de la legislatura será para Pedro Sánchez casi un camino de rosas, porque ahora no están pendientes los fondos europeos, pero, para el 2023 el gobierno español sí podrá tirar millas con presupuestos prorrogados. Y se da la circunstancia de que los 23 diputados independentistas son imprescindibles para rechazar las enmiendas a la totalidad y aprobar las cuentas del Estado. Dicho de otra forma, estos presupuestos son el ser o no ser para Pedro Sánchez. Se lo juega todo, la continuidad del Gobierno y su propia carrera política, por lo tanto es el único momento en que la minoría catalana independentista podía hacer valer su apuesta por la estabilidad. Tras los presupuestos, no dispondrán de otro argumento para exigir nada. Lo que no logren ahora no lo conseguirán nunca.

Había una primera cuestión que los independentistas debían resolver previamente. ¿Estarían dispuestos a derribar al-Gobierno-más-progresista-de-la-historia y propiciar un Gobierno de la extrema derecha? Era fundamental tenerlo claro porque si no son capaces de hacer creer a Pedro Sánchez que le pueden derribar, el presidente español se hará un hartón de reír sabiendo que, como tantas veces, los catalanes, van de “farol”. Sin embargo, en el independentismo no faltan voces partidarias del cuanto peor, mejor. Sostienen que difícilmente se reanudarán las movilizaciones y la unidad de acción hasta que el adversario vuelva a ser el PP en coalición con Vox y la gente vuelva a tener ganas de irse de España. Es una frase recurrente en los círculos independentistas más desanimados: “Que gobierne Vox, que reviente todo, y así tendremos la República”.

Que le interese al gobierno español, los independentistas sólo pueden ofrecer estabilidad política. Y, obviamente, los conceptos estabilidad e independencia son políticamente incompatibles y excluyentes el uno del otro

En cualquier caso, para una operación de esta trascendencia habría sido imprescindible la unidad de acción de los grupos independentistas, que brilla por su ausencia, obsesionados cada uno de ellos por diferenciarse de los demás para ganar poder autonómico. Sin ir más lejos, la CUP, siempre ejerciendo como principal factor desestabilizador de la mayoría independentista, está obstaculizando la aprobación de los presupuestos catalanes en el Parlament de Catalunya. Esto implica ceder al PSC la capacidad de aprobarlos o tumbarlos, con lo que obliga de rebote a Esquerra Republicana a ser muy prudente en Madrid, no sea que haciéndose Rufián el valiente en Madrid acabara Aragonès perdiendo hasta la camisa. En realidad, ERC ya está comprometida con el PSOE desde los indultos, porque obviamente no habrían podido apoyar nada teniendo a su líder encarcelado. Así que volvemos a lo de siempre, el pacto del dentista entre PSOE y ERC, que ya les va bien a los republicanos en su estrategia prioritaria de perdurar en el Govern de la Generalitat.

Entonces resulta que como ERC no presenta la enmienda a la totalidad y los cuatro diputados del PDeCAT se apresuran a presentarse como campeones de la estabilidad política española mande quien mande, el PSOE ya tiene asegurado que los presupuestos del Estado no serán tumbados, con lo que los votos contrarios de Junts y de la CUP se convierten en irrelevantes. Sirven sólo para acusar a ERC y PDeCAT de claudicar y venderse por un plato de lentejas y blablablá.

En conclusión, Pedro Sánchez superará el trámite de los presupuestos, Rufián, como antes Roca y Duran, presume de haber logrado grandes cosas para Catalunya, alguna gente celebrará la estabilidad, otra se irritará y buena parte desconectará de la política que se ha puesto muy aburrida como suele ocurrir con los déjà-vu.