Antes de que comenzara el proceso soberanista, primero hubo la "desafección". Después la cosa subió de tono y pasamos a la fase del "català emprenyat", pero cuando los cabreados salieron masivamente a la calle a expresar su enojo se dieron cuenta de que eran muchos. Esto les cambió el estado de ánimo, y el cabreo se transformó en una ilusión colectiva que desembocó en la llamada "revolució dels somrires". Ha pasado el tiempo y la movilización continúa al alza. Sin embargo, empieza a notarse un fenómeno nuevo que podríamos llamar "el soberanista emprenyat".

El del soberanista enfadado es un fenómeno distinto a todos los anteriores, porque la desafección y el ‘català emprenyat’ hacían referencia a la incomodidad de los catalanes en su relación con el Estado español. Las ilusiones y las sonrisas surgieron del reencuentro en la calle de gente de orígenes diversos que habían llegado a la misma conclusión y eso los animaba a compartir la travesía de aquel viaje a Ítaca. En cambio, el soberanismo enfadado es un fenómeno cien por cien autóctono. No tiene nada que ver con España y se refiere a la decepción de los soberanistas con sus propios líderes y partidos que está dando pie a movimientos de protesta internos e incluso a iniciativas que podríamos llamar populistas o antipolíticas que, para bien o para mal, amenazan con dinamitar de nuevo el sistema de partidos.

La decepción de los soberanistas con sus propios líderes y partidos da pie a movimientos de protesta internos e incluso a iniciativas que podríamos llamar populistas o antipolíticas que amenazan con dinamitar de nuevo el sistema de partidos

Las convocatorias de elecciones primarias para elegir candidatos municipales representan una auténtica rebelión de las bases soberanistas contra los partidos que los deberían representar. El astuto periodista Jordi Graupera debía de percibir el grado de cabreo latente del soberanismo cuando decidió lanzar por su cuenta la iniciativa de primarias soberanistas en Barcelona y lo cierto es que ya ha reunido casi cien veces más firmas que votos han recibido los candidatos oficiales de cada partido. No consta que Graupera tenga a nadie poderoso detrás, se ha pasado los últimos años yendo y viniendo de Estados Unidos, no se le puede negar su inteligencia ni tampoco su cargante pedantería. Que un tipo así levante el dedo y lo sigan decenas de miles de soberanistas es porque que los soberanistas se sentían huérfanos como aquellos seguidores que de repente se pusieron a correr detrás de Forrest Gump.

Rápidamente, la iniciativa autodenominada "primarias por la República" se ha extendido por todo el país con la colaboración de la Assemblea Nacional Catalana. Barcelona, ​​Reus, Granollers, Mataró... todos reivindican la unidad, pero si los partidos convencionales no juegan, las municipales se convertirán en un espectáculo como el de los Monty Python en La vida de Brian. Me lo recordaba recientemente Carles Santamaria: El Frente Judaico Popular contra el Frente Popular de Judea y ambos contra los disidentes de la Unión Popular de Judea.

Esta perspectiva está calentando los ánimos a ojos vistas. Sobirania i Justícia, la activa asociación que promueve la independencia de Catalunya por vías pacíficas y democráticas, y que reúne a personas relacionadas con el mundo jurídico, convocó esta semana en Barcelona un sopar groc en solidaridad con los presos y exiliados. La entusiasta presidenta de la entidad, Isabel-Helena Martí, consiguió una concurridísima asistencia y una considerable recaudación de fondos para la Associació Catalana pels Drets Civils. Todo el mundo se emocionó con los parlamentos de las compañeras de los presos, Susanna Barreda, Diana Riba, Laura Masvidal y Txell Bonet. Intervinieron también representantes institucionales como Artur Mas, Núria de Gispert, Josep Costa y Joan Tardà, además del abogado Jaume Alonso-Cuevillas y algunos periodistas. Todo lo que se habló se puede resumir en dos ideas: "No flaquearemos, pero tenemos que ir juntos". Las llamadas a la unidad levantaron los aplausos más sentidos, pero también las protestas, entre ellas una dura acusación de "traición" al espíritu del 21 de diciembre y el resumen del estado de ánimo colectivo a cargo de una elegantísima asistente que estaba sentada a mi lado y que, sin perder la compostura, soltó la frase que inspira este artículo: "Polítics, sapigueu que estem emprenyats".