El resultado de las elecciones generales constata que el movimiento independentista catalán tiene más partidarios que nunca, lo cual quiere decir que la ofensiva del deep state español, en connivencia con un sector del establishment empresarial y financiero catalán, que tenía como objetivo reprimir a muchos y asustar a todos, ha fracasado estrepitosamente. Si algo ha quedado claro con estos comicios es lo contrario de lo que casi todo el mundo pensaba: encarcelar a los independentistas ha generado más votos a favor de las fuerzas independentistas en Catalunya y menos votos a los partidos más declaradamente anticatalanes en España.

Así pues, queda claro que la erradicación del soberanismo como pretendían algunos no es una solución viable al conflicto catalán. Sólo un entendimiento entre los partidarios del diálogo de España y de Catalunya, sean unionistas o independentistas, podrá encauzar el asunto y situarlo en un terreno más propicio que el combate a todo o nada. Y como hasta ahora todos los intentos iban dirigidos a la rendición del soberanismo y han fracasado, ahora que comienza una nueva etapa, convendría alguna intervención de gente de paz para frenar la beligerancia que llevan a cabo las instituciones del Estado en connivencia con los partidos de la derecha y la extrema derecha que acaban de perder las elecciones. Alguien tiene que hacer entender al Estado que hay que rebobinar para salir del callejón sin salida y esta tarea no la pueden hacer los representantes independentistas. Lo deberán hacer representantes unionistas pero dispuestos a defender los intereses y la dignidad del país.

Ahora que comienza una nueva etapa, convendría alguna intervención de gente de paz para frenar la beligerancia que llevan a cabo las instituciones del Estado 

Desgraciadamente, hasta ahora, el sector de la llamada sociedad civil catalana que se confunde interesadamente con el establishment empresarial y financiero no ha hecho otra cosa que apuntarse a la ofensiva ordenada desde la Zarzuela y desde la Moncloa persiguiendo la rendición pura y dura del soberanismo y fomentando la descapitalización con la fuga de empresas. Sólo el Cercle d’Economia hizo algún esfuerzo propositivo para superar el bloqueo y sólo recibió reproches del poder político estatal que le acusaba de equidistante. Algún día los libros de historia explicarán con nombres y apellidos el papel que ha jugado cada uno. Ahora será necesario que, como en su día hizo Francesc Cambó con Alfonso XIII, alguien tenga el coraje de hablar claro ante el monarca, que es quien tiene el interruptor de la represión.

Los emprendedores, los industriales, los exportadores, no la oligarquía del Ibex35, son siempre el sector más interesado en apaciguar los ánimos. Necesitan un clima de serenidad para que los negocios fluyan y, sobre todo, un Estado que no sea hostil. Que no dificulte la actividad económica y que no piense que resolver el grave problema de Rodalies supone una amenaza a la soberanía española

Coincidiendo con la inflexión política, se están produciendo cambios significativos en el ámbito empresarial. La patronal Foment del Treball, ahora con Josep Sánchez-Llibre de presidente, ha pasado de ser un instrumento del conflicto a convertirse en un lugar de encuentro y de diálogo. El nuevo presidente de la patronal catalana no es separatista ni nada que se le parezca, pero así que tomó posesión, sentó en la misma mesa a Pedro Sánchez y a Quim Torra. Y Foment ya no fomenta ni avala que las empresas se vayan. Aplica el sentido común e intenta que vuelvan.

También habrá, probablemente, un antes y un después en la Cambra de Comerç, que celebra estos días las elecciones más apasionadas de su historia. Todo un síntoma de las ganas de cambio en un organismo donde los grandes del Ibex han pagado, han mandado y han dispuesto y quieren continuar haciéndolo incluso después de haber cambiado de domicilio. Ahora, la gente de FemCAT y también Enric Crous abanderan propuestas de cambio interesantes que quizá facilitarán la interlocución, y si los autónomos se movilizan, lo petarán.