El lunes volvemos al trabajo y esta vez no sabemos qué será de nosotros el próximo verano porque estrenamos una temporada en que puede pasar de todo. Lo que podría ser un aliciente para volver con grandes expectativas, está generando por primera vez un consenso pesimista. Nadie sabe qué pasará, pero nadie espera nada bueno. Como si nadie pudiera hacer nada para detener e invertir la tendencia decadente.

Tras la reunión del G7, se confirma que el escenario internacional es un auténtico desbarajuste. No se toman acuerdos y se deshacen los que se habían tomado. Estados Unidos no lidera y no hay sustituto que valga. Y todo apunta a que vamos a peor porque en Estados Unidos la cuestión principal del curso serán las elecciones presidenciales. El nuevo presidente se elegirá el 3 de noviembre de 2020, pero el proceso de primarias ya está en marcha mirando hacia los caucus de Iowa, que son después de Navidad. Obviamente Donald Trump hará campaña, de hecho ya lo hace, entregado en cuerpo y alma, a base de tensar todas las cuerdas, que es lo que sabe hacer y lo que le garantiza todo el protagonismo. La guerra comercial con China irá a más, las bolsas sufrirán y la desazón sobre una probable recesión mundial hace temblar a todo el mundo.

Para contribuir a la desestabilización mundial, a fin de mes tendremos un Brexit duro. Nadie es capaz de prever todos los efectos de algo que no ha pasado nunca, pero sólo se anuncian pequeñas y grandes catástrofes. Quizá no sea para tanto, o quizás sí, pero Boris Johnson ha demostrado que incluso la democracia británica es vulnerable, lo que significa que no hay nada seguro en ninguna parte.

Nada es previsible. Tampoco en España, que lleva cinco años con gobiernos provisionales y, por tanto, débiles, coincidiendo con la más grave crisis de estado. No está nada claro que Pedro Sánchez pueda gobernar. Si Unidas Podemos no claudica habrá nuevas elecciones y la incertidumbre se prolongará indefinidamente, pero si finalmente Pablo Iglesias facilita la investidura de Sánchez no hace falta decir que un gobierno socialista en minoría es garantía de inestabilidad permanente.

Bertolt Brecht dejó escrito que "las revoluciones se producen en los callejones sin salida, cuando la verdad es demasiado débil para defenderse y ha de pasar al ataque". No hay que perder las esperanzas, mira por donde, tal vez este será el año de la revolución

Una inestabilidad que vendrá alimentada por el proceso soberanista catalán, que tendrá un nuevo empuje tras la sentencia del Tribunal Supremo contra los presos independentistas con consecuencias también imprevisibles en España y en Catalunya. No se puede prever nada porque ni siquiera los partidos soberanistas saben todavía cómo se debe responder y los que lo saben no se ponen de acuerdo. En todo caso, nada será como antes, sea con una nueva movilización insurreccional, sea con una Catalunya herida que inevitablemente continuará ejerciendo como el principal factor de inestabilidad en España, con consecuencias también en la Unión Europea.

Decía el manifiesto comunista que "los proletarios no tienen nada que perder más que sus cadenas" y añadía que "tienen, en cambio, todo un mundo a ganar". Así que los proletarios de hoy, que són més dels que ells volen i diuen, deberían estar excitados y emocionados ante los cambios que se avecinan. Bertolt Brecht dejó escrito que "las revoluciones se producen en los callejones sin salida, cuando la verdad es demasiado débil para defenderse y ha de pasar al ataque". No hay que perder las esperanzas, mira por donde, tal vez este será el año de la revolución.