Impedir que Barcelona tenga un alcalde independentista es una operación de Estado que movilizará a todas las autoridades. Será un hecho inaudito que demostrará que en política todo es posible, porque desde el jefe del Estado hasta el presidente del Gobierno y los principales líderes políticos españoles participarán en la conjura para que aquella activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH ) que tanto temían por antisistema continúe cuatro años más como alcaldesa.

Los votos de Manuel Valls y de al menos dos concejales más de Ciudadanos para que Ada Colau se mantenga al frente de la Casa Gran e impedir así que Barcelona tenga un alcalde independentista están asegurados. Que esto ocurra depende sólo en parte de la propia alcaldesa. De su disponibilidad a aceptar el apoyo del candidato que más le ha denigrado durante toda la campaña. Si lo acepta, quizás pasará algo de vergüenza al principio, pero luego todo el mundo acaba inclinándose ante quien tiene el poder. Otra cosa será lo que pase con los Comuns y su credibilidad política, que inexorablemente quedará perjudicada. La nueva política envejecerá repentinamente.

De ahora y hasta el 15 de junio asistiremos a varias funciones de teatro político de la peor categoría para fingir que Barcelona en Comú y ERC negocian el acuerdo de gobierno municipal que parecería más lógico dados los resultados electorales y las presuntas afinidades políticas. Colau insistirá en un tripartito con ERC y el PSC que todo el mundo sabe que no puede ser y además es imposible. Y cuando llegue la hora de la verdad, las conversaciones no habrán dado ningún fruto, inventarán mil excusas, Colau jurará que no ha pactado nada con Ciudadanos y la alcaldesa resultará reelegida por mayoría absoluta con el apoyo de los socialistas y de los concejales de Ciudadanos que hagan falta. Estos no tendrán ningún inconveniente en proclamar que han apoyado una candidata que detestan pero que lo hacen por amor a España.

Los votos de Valls y de al menos dos concejales más de Ciudadanos para que se mantenga al frente de la Casa Gran están asegurados

Seguramente, Manuel Valls y Pablo Iglesias ya han recibido llamadas de la Zarzuela y de la Moncloa. En todo caso, la operación Colau estará bien presente en las conversaciones cuando el rey Felipe VI haga la ronda de consultas con los líderes políticos previa a la investidura de Pedro Sánchez como presidente, especialmente cuando aborde la situación política con Sánchez, Iglesias y Albert Rivera. Huelga decir que en las negociaciones de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias para llegar a un pacto de legislatura entre PSOE y Podemos la alcaldía de Barcelona también será un asunto principal.

Todo el mundo sabe que ERC y los Comunes tenían establecido un principio de acuerdo para gobernar juntos la ciudad y que asumiría la alcaldía el cabeza de lista que obtuviera más votos, pero las elecciones generales, los resultados de las municipales y la ofensiva del deep state español han convertido aquella entente en papel mojado. Los socialistas catalanes se han apresurado a poner en marcha la ofensiva antiindependentista asumiendo el papel de gendarmes de la unidad de España en Catalunya, pero también lo hacen porque se juegan importantes cuotas de poder. El PSC necesita llegar a un pacto con los Comunes porque la franquicia del partido de Pablo Iglesias en Catalunya tiene la clave no sólo de la alcaldía de Barcelona. También de Lleida y de Tarragona y de una institución tan añorada por el PSC como es la Diputación de Barcelona. Que los Comunes pacten con ERC o con los socialistas cambia radicalmente, en términos de poder real, el resultado electoral de las municipales. O todo es republicano o todo es socialista / unionista. Algunos cuadros del PSC ya se afanan por desembarcar nuevamente en la Casa Gran como el caballo de Troya y rememorar los buenos viejos tiempos de cuando era alcalde... Pasqual Maragall. Además, esta vez se reencontrarán con viejos compañeros de Bandera Roja.