La comparecencia el lunes pasado del conseller Elena no pasó de ser una comparecencia, en tanto que debida, de trámite. Sus aspectos más esenciales los conocíamos de antes. Sin embargo, cabía esperar alguna novedad de fondo en cuanto a las políticas que piensa desarrollar su departamento.

Sin embargo, hay que destacar una serie de cuestiones nada menores, que apuntan a algunos rasgos. Domina un tono sencillo, no jovial, pero sí distendido. Es de agradecer en un departamento que, por los asuntos de su incumbencia, no suele dar ni alegrías ni buenas noticias.

La comparecencia empezó con el desplazamiento de Trapero, el major, a no sabemos dónde. Descartado por él mismo el paso al sector privado, cosa que habría facilitado mucho las cosas al nuevo equipo y habría permitido pintarlo, al fin y al cabo, como un pesetero. A Interior le pasa lo mismo que al Barça: no sabe cómo librarse de las figuras. Es totalmente cierto que cada conseller tiene todo el derecho, incluso la obligación, de nombrar a su equipo de confianza. Digo obligación porque no siempre todos los consellers han tenido la posibilidad de nombrar libremente a todos los integrantes de sus equipos.

Dicho esto, queda clara como el agua de nieve una máxima inexistente: la supuesta autonomía policial de la política. Si cada nuevo conseller ―y es lógico que así sea― nombra una cúpula policial de su confianza, cosa que produce una cascada de resituaciones de mandos y destinos, alguna influencia, por no decir mucha, tiene la política en la actividad policial. Es más: parte de estos cambios son pedidos por sectores sociales importantes. Bueno sería, desde desde el principio, llamar las cosas por su nombre y no por sus antónimos. Todo quedaría más claro y las disonancias formales y materiales podrían pasar en gran parte a la historia.

Dentro de los hitos que el nuevo equipo directorio de Interior se ha propuesto alcanzar esta legislatura, que muchos pronostican larga, se reiteran tres: dirección colegiada, feminización del cuerpo y digitalización.

Si cada nuevo conseller ―y es lógico que así sea― nombra una cúpula policial de su confianza, alguna influencia, por no decir mucha, tiene la política en la actividad policial

Tal como se formula, parece que sean tres flamantes novedades, casi un estreno en exclusiva, como se decía antes. Que la dirección de Mossos ya era colegiada y bien colegiada se demostró en ocasión del 1 de octubre. No volveré sobre este fundamental y meridiano aspecto. Sigamos. Poco se puede feminizar el cuerpo que sea, cuando, con datos del 2021, sólo el 21,46% del cuerpo está integrado por mujeres, proporción que baja alarmantemente a cada peldaño de mando, hasta llegar al 11,53% en el caso del comisariado.

Dejando de lado las causas de esta afilada pirámide ―quizá la conciliación y la igualdad de oportunidades tengan alguna cosa que ver―, con poco más del 20% de mujeres en el cuerpo, poca feminización se puede llevar a cabo. Que sea la pretensión de futuro, cuanto más inmediato, mejor; pero ahora mismo resulta un tanto difícil.

Precisamente por eso habría sido oportuno haber oído cómo se asentaba un programa detallado punto por punto sobre la conciliación laboral y familiar y la igualdad de oportunidades, creando una unidad dedicada especialmente a esta tarea de feminización, tanto de fomento como de control y como, llegado el caso, de sanción.

Quizás, dada la naturaleza de los asuntos policiales, no se puede avanzar nada más que la etiqueta del proyecto de digitalización de Mossos. El actual estado de gestión digital será mejorable, como en todo en la vida, pero no tiene la pinta de ser un páramo de bytes la policía catalana.

Novedad lingüística fue un nuevo vocablo que arrasa en la política actual, en todo el país, es decir, blindar. Como término que sirve para todo, no sirve para nada; de tan polisémico queda confundido, sin significado, un vacío semántico. Pero como es un término à la mode, queda bien decirlo, como aquel que dice "ya nos entendemos" y sólo lo entienden, como mucho, los supuestamente entendidos. Ahora, según la nueva lingüística policial, se blindará la unidad encargada de las investigaciones de delitos relacionados con la corrupción. La pregunta, legítima, es: ¿hasta ahora no lo estaba, sea lo que sea blindar, blindada? ¿Es que, hasta ahora, las investigaciones anticorruptivas eran retransmitidas, copiadas, difundidas y/o puestas al alcance de todo el mundo que pasara ―o no― por la puerta de la mencionada unidad? El lenguaje, como los detalles, los carga el diablo. Y no precisamente los diablos de Vilanova, venerables personajes populares que conoce bien el conseller Elena.

No hemos oído, cuando menos quien firma esto no, nada respecto del replanteamiento de la respuesta policial a los disturbios, de un reglamento de armamento e instrumentos policiales de ataque y defensa, ni nada sobre la defensa procesal ―de ataque y defensa también― de los mossos.

Remitirse a una comisión parlamentaria cuando la necesidad está en la calle supone una remisión ad calendas graecas. Una comisión parlamentaria, por muy seria y necesaria que resulte, no suple ni la normativa reglamentaria ni la legislativa. Eso y plantear, una vez se tenga esta legislación blanco sobre negro, el correspondiente conflicto con las policías españolas: lo que es obligado para la policía catalana, es obligado para el resto de policías que operan en Catalunya. Lo es por una razón muy simple: los derechos fundamentales de los ciudadanos son los mismos sea cuál sea la policía que, incluso con razón, los tenga que contener.

De todo esto y de algo más habría estado bastante bien haber oído decir algo al conseller. Esperemos que, como su prudente trayectoria lo avala, avancemos hacia una policía catalana y en Catalunya cada vez más democrática y con menos fisuras por las cuales penetre, por decirlo suavemente, el autoritarismo.