A veces no sabemos si las cortinas de humo son generadas desde los gabinetes ad hoc o nacen por combustión espontánea. Bueno, espontánea del todo, tampoco. Sucede en ocasiones que aprendices de brujo, que se creen que son Máster del Universo, la montan. Y, claro está, como iluminó Tom Wolfe, les explota su bomba fétida delante de las narices.

Esta semana, de la mano de quien más tenía que callarse, vistos sus fluctuantes y lábiles currículums, los de los másteres fuls y los doctorados/doctorandos fuls se han lanzado a la caza de la tesis del inquilino de la Moncloa; una tesis que, buena o mala, leída en una universidad de prestigio o de segunda fila, dirigida por alguien de relieve académico o sin él, es una tesis; de acceso público, primero en la biblioteca de la universidad donde se leyó y, después, por internet en la base Teseo. Han pinchado en hueso: ni inexistencia, ni plagio ni nada de nada. Ridículo espantoso, además viniendo de quien venían los ataques (indirectamente, aprovechando antiguo fuego amigo de cuando Sánchez, para el PSOE, era el enemigo a batir).

De estos temas ya nos hemos ocupado, yo también, en Twitter y en las tertulias hertzianas. Quizás habrá que volver a ocuparse de ellos, pero en esta precisa semana ha sido una auténtica cortina de humo.

El clamoroso e indiscutible éxito de la Diada de este año fue despreciado por los medios oficiales. El martes por la tarde y el miércoles por la mañana pareció que poco había ocurrido en Barcelona. Eso, claro está, para los medios del régimen. Los medios extranjeros, por definición sin vinculaciones ni políticas ni con el gota a gota económico que paga las facturas a final de mes, dieron otra imagen, más ajustada a la realidad. Otra imagen con una conclusión: ante el reto catalán, hay que negociar.

El miércoles, en una extrañísima curva con muchas aristas y no pocas desconfianzas, se intentó dar un paso en la línea de la negociación, negociación que no puede ser otra que un referéndum pactado. Que esté dentro de la legalidad es lógico. Sin embargo, la cuestión es que la legalidad constitucional dista mucho de ser la lectura pobre y pedestre hoy dominante.

El paso ya está dado. Parecía imposible para los tontos políticos hasta ahora dominantes. Se diría que una nueva inteligencia política empieza, no sin un incansable fuego dicho amigo, a abrirse paso. Hay que celebrarlo. Esta vía no es ni procesismo ni autonomismo, es política: ya era hora. La política no tiene más finalidad que la política, es decir, la conjunción razonada y dialogada de intereses contrapuestos. No queda claro si la cortina de humo facilitará las cosas, cuando menos a corto plazo.

Pero no se puede continuar ni un centímetro más en esta dirección si los presos políticos —o como uno quiera calificarlos— no son liberados inmediatamente. Pero no confundamos a terceros, ni nos confundamos a nosotros mismos. Liberar a los presos políticos y que los exiliados puedan volver libremente no quiere decir que se les otorgue libertad provisional a la espera de un juicio que Lesmes, presidente del CGPJ y del TS, sin ningún tipo de jurisdicción sobre la cuestión, ha anunciado "exprés".

No se trata de una libertad provisional para volver después al talego un montón de años. Eso no puede ser por dos órdenes de razones. La primera: ninguno de los procesados ha cometido los delitos de los que se lo acusa. Ni un gramo de estos delitos se les puede imputar. Ni hay rebelión, ni hay sedición ni hay malversación. Ni un gramo. Lo han dicho la inmensa mayoría de los penalistas universitarios españoles. Y resoluciones de tribunales europeos también.

La segunda orden de razones: el juicio está trufado de irregularidades. De entrada, sustraer la jurisdicción al TSJ de Catalunya, primero atribuyéndose la competencia la Audiencia Nacional y después el TS. En segundo lugar, la sala de admisión del TS, que como tal ya tiene conocimiento de la causa y ha valorado la querella, será la que la juzgará. Eso es contrario al derecho al juez imparcial y a la misma doctrina del TS; por ejemplo, en el caso Garzón. En tercer lugar, la denegación de pruebas instadas por los acusados los deja en una situación próxima a la indefensión.

El gobierno de Madrid, como hemos dicho aquí y allí en múltiples ocasiones, tiene la llave procesal para acabar con esta confusión infernal: vía Ministerio Fiscal, que no es independiente del Gobierno por mucha —relativa— autonomía funcional que tenga, puede hacer retirar las acusaciones. Eso tiene un coste. Cierto. Todo lo que vale la pena tiene un coste. La democracia bien lo vale y la paz social, también. Ya basta de huir de la política y cobijarse bajo las togas. Ciertamente, retirada la acusación del Ministerio Público, quedarían las dos acusaciones populares. Vías, siempre legales, para que se retiren del proceso haylas.

Las cortinas de humo, por muy encantadoras en sí mismas que sean, no nos tienen que hacer perder la esencia del juego en que nos encontramos; ni un preso ni un exiliado más. Y poco más que hablar.