El pasado día 9 finalizó el ciclo de conferencias La Pell de Brau, un ciclo sobre la relación entre Catalunya y España organizado por El H Espai de Debat, con el apoyo de El Periódico de Catalunya. Intervinieron el catedrático de la UB Xavier Arbós, el ahora vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas, Nicolás Sartorius, y los también catedráticos de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo y Francisco Caamaño, en Sevilla y en València, respectivamente. Los cuatro son pensadores y analistas respetados, buenos conocedores de las realidades jurídico-políticas española y catalana, y algunos incluso, como Sartorius y Caamaño, desde relevantes cargos públicos de la más alta responsabilidad.

El horario de clases en el primer trimestre me hacía imposible la asistencia. Gracias a la web ya reseñada he podido seguir las intervenciones. Diría que lo más destacable es una idea federal. Hasta, al punto como propone Sartorius, de crear y difundir un movimiento federalista en España, a fin y efecto de que reformando la Constitución, el régimen político se convirtiera en realmente federal y así resolver el encaje de Catalunya en España sin el trauma de la secesión que supondría la independencia.

Dos cuestiones que creo que merecen ser resaltadas: La primera, establecer qué es federalismo; la segunda, cómo se llegaría a él vía la reforma constitucional. Como siempre, vamos por partes y dejamos de lado el academicismo.

Federal es Estados Unidos y federales son también Rusia, Brasil, Argentina o México. Cuatro modelos de federalismo y, sobre todo, de diverso funcionamiento democrático. También son federales Bélgica o Alemania, dos democracias consolidadas, añadiendo el sistema confederal suizo. Más allá de lo que digan los tratados sobre la materia, hay muchos modelos y muchas prácticas que se autodenominan federales.

Si consultamos la bibliografía sobre cada uno de los modelos referidos, veremos que tienen orígenes, causas y distribución del poder diferentes, aparte de poblaciones y territorios muy diferenciados. Bélgica y Suiza tienen en común con España el plurilingüismo y una construcción del Estado central de larga duración en el tiempo y con muchas tensiones internas, resueltas sólo en el caso de Bélgica por la vía pacífica. Suiza llegó al sistema actual después de no poca sangre; sea dicho de pasada, el método habitual hasta muy recientemente para resolver los conflictos políticos.

Para simplificar, en vez de ver el reparto del poder entre el centro y las unidades integrantes y si éstas son soberanas, originarias o no, vemos que los rasgos comunes entre ellas son más bien negativos. Es decir, se trata de ver lo que no tienen, ausencias que sí que son comunes. Son precisamente los rasgos que no presentan lo que las hace federales. Exactamente es lo que constituye el caballo de batalla -en la historia, literal- entre las diversas unidades que conforman España. Es más: estos rasgos ausentes son los demonios familiares del españolismo intransigente y sectario, ahora claramente en el poder central.

La igualdad, hija de la envidia, es el tope donde mueren todas las reformas políticas españolas

Lo primero que no tienen, porque es una falacia -en la que otro día podemos entrar- es la máxima irreal, pero retóricamente eficaz, de la igualdad. La igualdad, hija de la envidia, es el tope donde mueren todas las reformas políticas españolas. Eso es bien sabido y que quede aquí sólo apuntado. La igualdad que se predica en España no es la igualdad de verdad. Una igualdad democrática y basada en el esfuerzo meritocrático y en la solidaridad social no es lo que se predica.

Lo que no tienen los sistemas federales que podrían servir de referencia son delegaciones del gobierno central que controlan y asfixian. No tienen tampoco un sistema fiscal que ahoga y descapitaliza, sino que los territorios tienen, por así decirlo, soberanía fiscal y mecanismos de reequilibrio interterritorial financiero pactados y no impuestos. No tienen siempre una función pública unitaria, que se convierte de hecho en un poder burocrático que impide la autogestión administrativa. No tienen una autoridad superior en materia educativa que dicta la lengua vehicular y los planes de estudio, falsamente uniformes después en la práctica, para todos los estudiantes de todos los niveles educativos. No sufren la imposición en las entidades con características culturales propias, de una lengua común a todo el Estado que parta de su supremacía. No tienen una ordenación uniforme de la actividad comercial, industrial y de consumo.

Todo lo que no tienen hace que el sistema pueda ser federal, con equilibrio entre las partes y el centro, resolviendo los conflictos -siempre hay conflictos- negociadamente. Los conflictos horizontales se resuelven con la creación de conferencias tecnicopolíticas donde se llegan a acuerdos de coordinación, cooperación y equivalencias, nunca por la vía de la imposición ni del decreto; los conflictos entre un ente territorial y el centro se resuelven en conferencias bilaterales.

Las sociedades complejas requieren soluciones complejas, poliédricas, multifactoriales y asimétricas

Dicho de otra manera: teniendo la capacidad, sin un vigilante, de determinar el contenido de la caja, de autogestionarse político-administrativamente, teniendo la exclusividad en materia educativa, cultural y científica y pudiendo gestionar la economía, salvo, claro está, de la moneda común y de la política arancelaria, los problemas que se originaran se resolverían por la vía del diálogo y de la cooperación y no mediante la judicialización. Las sociedades complejas requieren soluciones complejas, poliédricas, multifactoriales y asimétricas.

Ahora viene el segundo punto. Un sistema federal para España que disfrutara de notas como las esbozadas aquí ¿alguien lo avista en un horizonte, no ya a corto plazo sino a medio plazo (a largo plazo, cómo dijo Keynes, todos muertos)? Me da la impresión que no y más cuando el sentimiento autonomista no llega el 39% de la población. En efecto, según el Barómetro del CIS de octubre de 2016, en la página 89, se puede ver el cuadro resultante de la pregunta 24, es decir, la opinión de los encuestados sobre algunas fórmulas alternativas de organización territorial del Estado en España. El resultado no es muy alentador para el statu quo tal como se puede ver en este resumen de elaboración propia a partir del mencionado Barómetro:

Así las cosas, la cantidad de trabajo que tiene delante suyo un federalismo de verdad -no uno que diga, como se ha dicho, que el Estado de las autonomías es un Estado casi federal- es más que titánica. Llegados a este punto, ya puestos a trabajar a destajo, qué es preferible: ¿el federalismo o la independencia?