Quería haber acabado el año no hablando ni de política ni del procés, incluso en un momento de balance, como dice el título. Quería haberme centrado, por ejemplo, en las falacias de las campañas publicitarias aleccionadoras, moralistas o de simples lavados de cara, por parte de grandes compañías comerciales que se presentan como el rien va plus de la pureza.

Nos muestran que cuidan la naturaleza protegiendo árboles de Navidad, denuncian lo poco que nos comunicamos entre nosotros o nos dicen cómo tenemos que encarar la vida; de la mano, por ejemplo, del humor. Al lado de estos escaparates navideños de buenismo, tendrían que presentar su estado de cuentas, no solo el económico, sino también el social: cómo cuidan de verdad el medio ambiente, qué hacen por la conciliación familiar de sus empleados o si el clima dentro de sus empresas es de tan buen rollo como nos quieren hacer ver.

A pesar de ser digna de no poco interés esta falsía, aún lo es más la ignominia que comporta pasar otra Navidad y Fin de Año con presos políticos acusados de delitos que todos sabemos que no han cometido. Están en una prisión preventiva que ni siquiera ha sido aliviada en estas fechas y se los trata peor que a los que ya han sido condenados.

El otro día, cuando fui a Lledoners a visitar a dos desposeídos ilegítimamente de sus cargos, Junqueras y Romeva, pasé todos los controles, esas puertas de las que no se abre la que tienes en frente hasta que no se produce el hermetismo del espacio cuando se cierra la que está a tus espaldas. Pasé los controles con un preso de cumplimiento que regresaba del permiso navideño, Sant Esteve incluido.

Uno se pregunta —y creo que es una pregunta legítima— por qué es de peor trato un preso preventivo, que todavía no ha sido ni juzgado, que carcelariamente no es nada conflictivo, que no se ha comportado nunca con violencia hacia ninguna persona ni cosa, es de peor trato, reitero, que un preso ejecutoriamente condenado y que ya purga su pena. ¿Por qué?

¿Por qué es de peor trato un preso preventivo que un preso ejecutoriamente condenado y que ya purga su pena?

Cierto es que la ley no prevé el permiso para los preventivos, como sí lo hace para los condenados. Pero si el juez puede acordar la libertad previa al juicio, más puede acordar un permiso con las debidas garantías. Pues nada de eso: la respuesta judicial que reciben los preventivos a su petición de permisos para tan señaladas fiestas familiares es negativa y llega después de que se haya acabado el periodo para el que se pedía el permiso.

Decir que no irás a casa por Navidad el día 27 de diciembre añade una crueldad gratuita, impropia de un Estado de derecho. No vale decir que la petición se cursó tarde. Aunque se hubiera hecho cinco minutos antes de iniciarse el hipotético permiso. El Tribunal Supremo tiene suficientes medios de todo tipo para resolver, en el sentido que sea, una petición como esta en cuestión de minutos.

Otro Tribunal Constitucional —que ahora parece muy, pero que muy lejano— dijo lo de que la justicia no se detiene a la puerta de las prisiones (STC 127/1996), cuando rememoró una sentencia emblemática del Tribunal de Estrasburgo, de 1984, el caso Campbell y Fell. Ahora la justicia parece que esté acampada extramuros de las prisiones, como los cantantes que se reúnen en el exterior de varias penitenciarías catalanas para así acompañar a los presos.

En estas condiciones, no procede hoy analizar el auto, lógica y jurídicamente descoyuntado, sobre las peticiones de trasladar la jurisdicción del caso por el 1-O a Barcelona, que es donde constitucional y legalmente corresponde. No procede: sobra ante esta realidad. No tenemos que olvidar, como ya he afirmado varias veces, que el Tribunal Supremo da más importancia a su adjetivo que a su sustantivo: por encima de todo es supremo. En este contexto, cabe esperar más notas de crueldad como la denegación extemporánea del permiso navideño: se le echará sal, vinagre, pimienta... y lo que haga falta a la herida.

Así pues, a la hora de hacer balance del año 2018 —las fechas obligan— no puede ser otro: la situación es de quiebra. Sin paliativos.

Salvando la vertiente personal, deseo que la salida del 2019 sea mucho mejor que la entrada que nos disponemos a hacer. De todo corazón.