Si usted tiene una cierta edad habrá captado perfectamente el sentido del título de esta pieza y puede pasar de los siguientes tres párrafos. Básicamente porque incluyen una información que no le hace falta. En cambio, si usted es millenial pata negra o uno (o una) millenial que ya empieza a tener dolor de espalda, tiene que leer los siguientes tres párrafos para hacerse una idea de por dónde va la cosa.

Había una lejana época, posterior a la de los dinosaurios y anterior al intenné, en la cual también existían las series. La diferencia es que entonces la gente se las miraba, podía vivir sin ver un capítulo (o 14) segundos después del estreno y las aceptaba tal como eran. No como ahora que la gente se las mira compulsivamente de madrugada y quiere cambiar los finales porque no le gustan.

Pues bien, una de estas series era Bonanza, la historia de un padre viudo y sus tres hijos en el lejano oeste. Vaya, que allí podrían haber inventado aquello del "¿Dónde están las mujeres"? En los EE.UU. fue emitida desde el año 1959 al 1973, 14 temporadas y 431 capítulos. En España llegó el octubre de 1962 y hasta octubre de 1970 fueron emitidos 389 episodios.

La sintonía se hizo muy famosa y la gente la cantaba por la calle, porque entonces las sintonías se podían cantar. Y era esta:

Hola, doy la bienvenida nuevamente a los amables lectores (y lectoras) que tienen una cierta edad y que han estado desconectados de este artículo durante tres párrafos. Y seguidamente paso a la explicación del título.

Como habrá adivinando se trata de la contracción entre VOX y Bonanza. ¿Sabe qué pasa? Que cuando ayer veía y, sobre todo oía, el espectáculo del Congreso, con una parte de los diputados usando sus extremidades inferiores como si fueran équidos entrando al galope en una taberna del lugar más sórdido de la ciudad más desarraigada del momento más salvaje de la historia de la humanidad, no pude evitar recordar la escena con la cual los cuatro componentes de la familia Cartwright daban inicio al capítulo de sus aventuras. Aquel galope lleno de ruido de cuatro caballos trotando hasta llegar a su sitio.

Sí, ya sé que en los parlamentos, históricamente, se ha hecho mucho ruido. Y que las maneras parlamentarias no siempre han sido como Mimosin abrazando una nube con forma de Ghandi. Pero, de la misma manera que en los países civilizados ya no se hacen ejecuciones en la plaza del pueblo ni se lanzan los cristianos a los leones, sería una señal de haber avanzado en el mismo sentido que la evolución del ser humano que en el lugar que debe su nombre a la palabra hablar, se dejara hablar. En vez de pisar las razones de quien no piensa como tú.

Y quien necesite expresar sus impulsos primitivos más equinos, a doce kilómetros y medio del Congreso de los diputados está el Hipódromo de la Zarzuela. A pie se llega en dos horas y media. Vaya, un paseo. Los que opten por la excursión, allí encontrarán un lugar ideal para comportarse como su instinto les indique. Alegremente.