Con esto de las vacunas hace días que me he perdido. Bien, se ha perdido un servidor de usted y se han perdido las vacunas. ¿Porque, dónde están? Tenían que venir tantas que incluso podríamos servirlas con patatas fritas. Pero resulta que acabamos febrero y vendrán antes los éxitos futbolísticos del Barça que las vacunas que nos prometieron y la cifra de vacunación que nos vendieron para antes del verano. ¿Nos miramos las cifras?

Oficialmente, a fecha de hoy y después de dos meses de campaña de vacunación, en España se han administrado 2.936.011 dosis. Pero sólo han completado el ciclo 1.171.026 personas, un 2,47% de la población. En Catalunya, las cifras oficiales dicen que el "total de población vacunada" son 309.482 personas, un 4,01%. Pero si sigues mirando los números, resulta que la segunda dosis la han recibido 182.338 personas, que aproximadamente son un 2,5% del total. Como soy de letras, es manifiesta mi incapacidad para entender el concepto "total de población vacunada" aplicado a un 2% más de personas de los que han recibido realmente la segunda dosis. Yo creía que el total, como su propio nombre indica, eran todas las partes de una cosa. Y se ve que no. Me tendré que aplicar más.

¿Hacemos la cuenta de la vieja? Va, para redondear con generosidad mediterránea, pongamos que si en dos meses han vacunado a un 3% de la población, a este ritmo en octubre del 2023 ya tendremos protegido al 48% de los ciudadanos. Al resto, naturalmente, ya no habrá que vacunarlos porque el virus se habrá muerto de aburrimiento.

Por lo que nos explicaron, la UE pactó con las diversas farmacéuticas la llegada a cada país de millones de dosis de las diferentes vacunas existentes. Y no. A pesar de que también nos dijeron que habíamos financiado sus investigaciones con dinero público. ¿Qué ha sucedido aquí? ¿Y, sobre todo, por qué? Ojo, que quizás lo han explicado y me lo he perdido. Pero mirando al cielo, en vez del maná pfizerzenecático y moderno lo que nos llueve es barro. Y cada semana. ¿Será una metáfora? De hecho tenemos tanto que podríamos construir un laboratorio farmacéutico de barro, como en el taller de expresión plástica de la clase de los delfines realizan un no parar de figuritas indefinidas que padres y madres consideran auténticas piezas de arte.

O las farmacéuticas revenden las vacunas a mejor precio a terceros países, o no pueden fabricar el volumen prometido (y contratado y parece que pagado), o el perro se les ha comido los deberes, pero aquí alguien nos tendría que explicar qué está pasando. Sobre todo porque ahora mismo tenemos vacunado personal sanitario y maestros en edad de merecer, pero los mayores de 80 años están todo el día sentados al lado del teléfono esperando que los llamen para ir a pincharse y el aparato está más mudo que los de Ciudadanos dando explicaciones sobre sus resultados electorales.

Y aparte tenemos la franja de los olvidados, los de 55 a 60 años. Cuando por fin lleguen las vacunas prometidas, son demasiado jóvenes para recibir la vacuna de los veteranos y demasiado veteranos para recibir la de los "jóvenes". Total, que nadie ha explicado qué piensan hacer con estos millares de personas. O quizás son los que vacunarán a partir del verano del 2051, cuando ya vayamos por la 24.ª ronda de la variante de Raticulín, una mezcla de la británica y la de Júpiter y también conocida como la raticulínica.