Hubo una época, anterior a la actual donde cuando una "cosa" no funciona directamente se tira, en la que había lo que se llamaba "el técnico". A ti se te estropeaba cualquier aparato y ni se te ocurría tirarlo. Bueno, a no ser que hubiera explotado. Lo cogías, lo llevabas al "técnico", él se lo miraba y te decía: "Hay que cambiar el florolos del clamros". Y entonces podían suceder dos cosas: 1/ que por lo que valía la pieza y la mano de obra, te salía más a cuenta comprarte una "cosa" nueva o bien 2/ valía la pena poner un florolos del clamros nuevo. Si escogías la opción 2, entonces entrabas en la dimensión "la pieza tiene que venir de Alemania". Eso quería decir mínimo una semana para saber si en Alemania tenían la pieza y otra semana para que empezara a correr el contador del "me han dicho que ya ha salido". A partir de aquel momento ya podías ir llamando al "técnico" dos veces por semana para saber si, por fin, la pieza que ya había salido, ya había llegado.

Pues bien, con las vacunas tengo la misma sensación. Sobre todo después de que el secretario general del Departament de Salut, Marc Ramentol, haya dicho esta tarde en can García Melero (TV3), algo más o menos así: "¿Saben aquellas 148 mil dosis de la vacuna de AstraZeneca que nos habían dicho que vendría el próximo lunes? Pues bien, nos han dicho que no llegarán ni de coña. Y, con suerte, las tendremos el lunes día 5". Vaya, que las vacunas del siglo XXI son como una vulgar pieza llamada florolos del clamros del siglo XX y que está viniendo de una Alemania cualquiera a menos velocidad que la que tiene Umtiti cuando baja a defender. Que ya es.

Y, mire, si un florolos del clamros tarda un mes en llegar, qué le vamos a hacer, ¿verdad? Si "la cosa" que se nos ha estropeado en casa no funciona, sabe muy mal, pero pasar-pasar, no sucede nada grave. Ahora bien, si lo que no llegan son 148 mil dosis de una vacuna que sirve para combatir la Covid, entonces nos va la vida, la cosa ya no hace puta gracia y pasa a ser una indignidad que empieza a necesitar una explicación. Y urgente.

¿Alguien nos puede decir qué está pasando con las vacunas? La de AstraZeneca y las otras. Ojo, pero la verdad. No sé si tiene que hacerlo el Gobierno, la Unión Europea, la OMS, las farmacéuticas o la madre que los parió a todos juntos, pero empieza a ser necesario saber qué está pasando realmente, por qué está pasando, quien no ha hecho bien las cosas, por qué nos están tomando el pelo de esta manera, qué piensan hacer para solucionar la situación y, finalmente, a qué planeta destierran a los culpables de todo esto.

Hace tiempo que Europa ha fracasado como proyecto y el virus lo ha acabado de desnudar totalmente. Nos seguimos creyendo ser el centro el mundo y la decadencia es absoluta. Lo que sucedió este martes con los 30 millones de vacunas aparecidos misteriosamente en Italia es el ejemplo más maravilloso para explicar el desastre. Alguien nos tendría que explicar, y con todo detalle, como es que un producto fabricado en los Países Bajos va a parar a Italia y si es verdad que el siguiente destino era la Gran Bretaña. O donde fuera. ¿Qué está pasando aquí? ¿Eran vacunas o con tanto viaje era Willy Fog? ¿Por qué estos movimientos?

Europa tiene que explicarnos por qué se ha conseguido encontrar en sólo un año el remedio a una enfermedad tan nueva como global, en parte gracias a la inversión pública, y por qué han fracasado tan estrepitosamente en la gestión de la administración. Y ya que estamos, que alguien nos explique, también, por qué con un problema de salud como este, que implica a todo el planeta, se permite que siga muriendo gente antes que universalizar la fabricación del remedio para poder evitarlo. ¿O es que les interesa que muera gente? ¿O es que es más importante la cuenta de resultados de una empresa que la vida del millón setecientos cincuenta mil muertos que ha habido a fecha de hoy? Porque si fuera así, hay que tener el valor y la decencia de salir a explicárnoslo.