Es la nueva pandemia. Cargos y más cargos políticos de todos los colores que aparecen lanzándose en plancha a por una vacuna contra la COVID. Pero no para adminístrarsela a personas que viven en residencias y al personal que las atiende, no. Ni a quién trabaja en servicios de UCI, urgencias y centros de salud, o son pacientes con alto riesgo. No, no, van a por las vacunas como la gente va a por los caramelos en la cabalgata de Reyes. ¿Sabe aquellos que ponen un paraguas del revés para recogerlos como si aquello fuera pesca de arrastre? Pues eso pero en vez de caramelos son vacunas y para ponérselas ellos. Y ellas. El penúltimo ha sido un tal Manuel Villegas, ya exconsejero de Salud de Murcia, "que bonita eres y no tienes ninguna culpa de tener gente así".

Esto de despistar vacunas hacia los despachos empezó con aquel caso de Riudoms. En la residencia de los padrinos (y padrinos) sobraron dos vacunas y se las pusieron al alcalde y a un concejal, porque resulta que llamaron al mosén y estaba fuera del pueblo. Quedó explicado y pareció razonable, pero desde entonces hemos ido aumentando la apuesta hasta llegar a esto de Murcia donde no es que sobraran dos y para no tirarlas buscaron a alguien, no. Es que se vacunaron 400 altos cargos y funcionarios del departamento de Salud. ¡¡¡CUATROCIENTOS!!! ¡¡¡Uno tras otro!!! ¡Vayan pasando que al fondo todavía queda sitio! O sea, estamos ante un caso de negacionismo inverso multitudinario. ¡SEN-SA-CI-O-NAL!

Lo mejor de todo es que en esta primera fase, el protocolo del Ministerio de Sanidad limita la vacunación a personas "que trabajen en centros sanitarios". Y esta mañana el señor Villegas ha salido explicando que él es cardiólogo y que su equipo directivo "son parte esencial en la gestión de la pandemia". Y se ha quedado tan ancho. Bien, y también se ha quedado sin memoria, porque no ha recordado que sí, que es cardiólogo, pero que cuando se vacunó no ejercía como tal. Básicamente porque hacía de consejero y dudo de que se produjera aquello de las películas: "La doble vida de Villegas, consejero de día y cardiólogo de noche". Pero es que además ha hecho aquello que está tan de moda consistente en pedir perdón a quién se haya podido sentir ofendido. En este caso en la variante "e los que se hayan podido sentir decepcionados". Eso sí, a aquella hora no ha dimitido porque ha dicho que no era "momento de huir".

El momento de huir ha sido a primera hora de la tarde, cuando la polvareda política generada lo ha obligado a dimitir a una velocidad que ni Nani Roma y Laia Sanz por el desierto. El presidente de Murcia, Fernando López Miras, ha aparecido para hacerle aquello del entierro político del "era tan buen hombre" consistente en decir que "su gestión ha sido ejemplar" y "su actuación ha sido irreprochable". Villegas, de cuerpo presente, llevaba 56 puñaladas en la espalda, 32 dosis de veneno en su cuerpo y 48 tiros en el corazón. Vaya, lo que vendría a ser un desdichado accidente. En estos entierros de cuarta, la pregunta siempre es: ¿si lo ha hecho todo tanto bien, por qué lo hacen dimitir? ¿Qué ha cambiado en tres horas? Pero rápidamente ha aparecido un "y tú más" de manual del Presidente diciendo que no quería entrar en el juego político pero esperaba "que la vara de medir sea igual para todo el mundo", en referencia a la alcaldesa socialista de Molina de Segura, Esther Clavero, otra de las vacunadas. Que este también es un tema apasionante. El del "no quiero entrar en el juego político, pero..." que es como al clásico "no hablo nunca de los árbitros, soy pacífico y no me gusta amenazar, pero nos han robado el partido y si me encuentro al árbitro por la calle le romperé la cara y mataré a su familia porque sé dónde viven.

¿Y Villegas, qué ha dicho? Pues que el proceso de vacunación se ha hecho desde el convencimiento de que no podían excluir a nadie", pero ha lamentado "que no haya sido entendido así por la sociedad". ¿O sea, dimite porque no lo hemos entendido? No, no, dimite por impresentable, mentiroso, farsante, insolidario, para ser un jetas y por aprovecharse del cargo. Entenderlo lo hemos entendido perfectamente. Demasiado y todo. Y ahora el problema es que para no perderse la vacuna, tendrán que administrarle la segunda dosis, mientras personal que está en primera línea todavía tendrá que esperar unos días. ¿Lo entendemos?