Pues sí, hoy escribo por tercera vez sobre la residencia de Tremp. Ya lo hice el día 11 y el lunes pasado. Pero resulta que ya ha pasado un mes desde que se conoció el brote y ya han muerto sesenta personas. SESENTA. Eso quiere decir que a fecha de hoy han muerto en torno a un 40% de las personas que a mediados de noviembre vivían en una residencia donde se infectaron un 95% de los internos. Desde hace dos semanas, el goteo de muertos ha sido constante, entre la indiferencia general, la falta de explicaciones y la nula asunción de responsabilidades por parte de nadie. Y, mire, se lo diré bien claro, no me resigno. No me da la gana.

Sé que no soy nadie, que lo yo pueda decir o escribir ni servirá para nada ni nadie me hará el más mínimo puñetero caso, pero ya que tengo una tribuna pública pienso aprovecharla. ¿Porque, sabe qué sucede? Que este caso me ha desmontado humanamente, pero también como juntaletras. Y me ha indignado mucho. Y me he sentido insultado como ciudadano. Y cada día que pasa estoy más cabreado.

En las anteriores piezas he escrito que es AB-SO-LU-TA-MEN-TE intolerable que a estas alturas de la película, nueve meses después de haber estallado la crisis de la COVID, en una residencia mueran SESENTA personas. Es que no puede ser. Pero como soy de los del gremio que defiende aquello de que el riesgo cero no existe, diremos que a pesar DE que sus responsables conocían perfectamente cuál era la situación, a veces EN la vida es inevitable que pasen cosas. Y en Tremp sucedieron todas a la vez. Muy bien, aceptémoslo. Pero, vuelvo a insistir, a partir de aquí las familias, la gente de Tremp, la del Pallars y el resto de ciudadanos merecemos que se nos respete, que no nos tomen el pelo y, ¡muy importante!, que no nos traten como imbéciles.

¿Que ahora mismo todavía no se sabe qué ha sucedido ni por qué? Muy bien, pero eso no evita que nos den todas las explicaciones. Detalladas. Y no una puta mierda de excusas baratas como las que excretó Josep Maria Mauri, vicario general de la diócesis de Urgell y miembro del patronato de la Fundación Fiella, en el programa de Lídia Heredia (Els Matins de TV3).

Señor Fiella, me dirijo directamente a usted y espero que alguien le pase este texto. Y a poder ser entero, para evitar malentendidos. No tengo ni idea de si ustedes son los culpables o no de la muerte de sesenta personas, allá ustedes con su conciencia, pero nos deben una explicación. Pero una de verdad y no la tomadura de pelo del lunes. Porque ustedes, precisamente ustedes, tienen que dar un ejemplo pulcro y exquisito de caridad cristiana. Con los muertos, con sus familias y con la sociedad. Desconozco si sabe la verdad y no la puede decir o no la quiere decir, pero es muy poco cristiano sacudirse las culpas e ir pasándose la pelota con la conselleria. Y con respecto a la Conselleria, debe explicarnos si son ciertas las deficiencias de metodología y las decisiones poco adecuadas que han explicado algunos familiares una vez se hicieron cargo de la residencia. Y la responsabilidad de unos y otros sólo tiene una solución: salir los dos a dar la cara.

El lunes o el miércoles por la mañana (el martes no que hay sorteo de la lotería de Navidad y eso taparía el tema) son buenos días para comparecer en una rueda de prensa sin ni límite de tiempo ni de preguntas ni de repreguntas, y transmitida por los principales medios de comunicación del país. ¿Y, saben por qué? Porque una vez han muerto SESENTA personas en sólo un mes y en una sola residencia, alguien debe dar la cara. Y sé perfectamente que no me haran el menor caso, pero yo seguiré insistiendo. Porque cada vez soporto menos la omertá.