Un domingo cualquiera que paseas por el mundo, vas y te encuentras con una feria modernista. Y echas una ojeada. Y cuando acabas de recorrerla, la única pregunta posible es: ¿modernista? 

¿Por qué es modernista una feria donde está el señor de los pasteles industriales "artesanos", la señora de los embutidos, los chicos de las pizzas, el puesto de los utensilios de madera para la cocina, la chica de los collares y los pendientes, el chico de las olivas, la pareja de los quesos y el resto de personajes habituales de todas las ferias, se llamen "modernistas", "medievales" o "naturales"?

Antes había algunos que aún se disfrazaban, ahora ya ni eso. Mejor, porque no hay que mantener la farsa más tiempo. Al lado de 3 o 4 que sí, que "se lo hacen ellos", hay cosas realmente esperpénticas. La vez que la señora de los embutidos ha tenido más cerca un cerdo ha sido viendo The Mupphets y era la cerdita Peggy. El señor de los pasteles, que en todas las ferias son exactamente iguales, no ha entrado en un obrador ni para pasar a recoger la mercancía que vende. Y los del puesto que venden unas cosas horrorosas que se supone que los niños tienen que colorear tienen tan claro dónde van que en la feria modernista aparecen vestidos de medievales y en la medieval van de astronauta.

Eso sí, los precios son de boutique del gourmet. Claro, todo es tan artesano y tradicional... Incluido el trocito ínfimo de queso natural, ecológico y no-sé-cuántas cosas más que vale 12 euros y que te transmite aquel añorado sabor a serrín caducado. O aquella imagen insuperable que vi una vez en una feria, donde unos que vendían un pan y unas cocas "de la abuela", las anunciaban diciendo que estaban cocidas "con leña ecológica". Sí, en casa no entra ninguna otra leña que no sea ecológica. Bien, y del tema "abuela", ¿qué tengo que decirle que no sepa? ¿Qué quiere decir que una cosa es de "la abuela"? ¿Está caducada? ¿Y si resulta que la abuela no sabía cocinar?

Bien, la buena noticia es que, al menos, ha pasado la fiebre y ya no hace ningún lipdub, ni ningún mannequin challenge, ni ningún flashmob, ni ningún ice bucket challenge, ni otros inventos del demonio.

Pero mientras observaba el panorama me he dado cuenta de que todas la paradas aceptaban tarjeta. TO-DAS. En cambio ayer usé el parking del Born de BCN y resulta que allí no aceptan tarjetas. ¡Tienes que pagarlo en efectivo! En un mundo donde incluso a los modernistas, a los medievales y a los de la abuela que hace pan con leña ecológica les puedes pagar con tarjeta, resulta que en un parking del centro de la ciudad de ferias, congresos y pisos turísticos, si no llevas efectivo, ya puedes salir e ir a buscarlo un cajero. Bien, si quieres sacar el coche, claro. Y encuéntralo (el cajero), que cada vez hay menos. Ah, y si la estancia vale 8 euros (pongo por caso), como la máquina no devuelve billetes y el billete más pequeño que dispensan los cajeros es de 20, sales de allí con un cambio de 12 monedas de euro. Ciertamente muy útil por si hace viento. Bien, o por si quieres dedicarlos a pagar en efectivo el queso con sabor de serrín caducado de la feria galáctica. Ay no, que era medieval... ¿O era modernista?