Los puntos suspensivos del título quieren decir que no está entero. Vaya, que falta una parte de la frase que no me cabía. O sea, el concepto no está entero.
Ahora, si me lo permite, y aprovechando que aquí tengo más espacio, lo acabo: "Los taxistas no son terroristas, porque no son cedeerres". Dicho de otra manera, si en vez de ser taxistas fueran miembros de algún CDR, sus acciones reivindicativas, que incluyen cortes de calles, de carreteras y de accesos a lugares, serían consideradas por el Estado como acciones violentas y sediciosas. Y, naturalmente, serían detenidos acusados de terrorismo. Como hicieron con Tamara Carrasco. Por ejemplo.
Y si los taxistas fueran cedeerres sediciosos y terroristas-leninistas-yihadistas, al día siguiente de su detención veríamos su cara en todos los medios. Y también veríamos titulares gazpacho como el que le adjunto aquí debajo y que reciben este nombre porque son fruto de una mezcla de ingredientes sólidos, pero que gracias a una buena trituración se consumen sin esfuerzo y como si fueran una bebida.
Y si los taxistas fueran cedeerres, en el momento de su detención, leeríamos piezas como esta:
Una pieza donde habrá visto que, en el primer subrayado, se afirma que Tamara Carrasco "presuntamente" daba instrucciones para hacer lo mismo (exactamente lo mismo) que han hecho hoy los taxistas del área metropolitana de BCN (sólo hay que cambiar a Mercabarna i Puerto por Aeropuerto).
Y una pieza, por cierto, donde también habrá visto, en este caso en el segundo subrayado, que las pruebas contra Tamara Carrasco para poder ser detenida y acusada de terrorismo (motivo por el cual todavía hoy no puede salir de su pueblo) consistían en que tenía documentación "de un cuartel de la Guardia Civil en la provincia de BCN". Después quedó explicado que eran las instrucciones de Google Maps para llegar a la puerta del cuartel de Travessera de Gràcia de BCN para manifestarse.
Año 2018. España. Manifestarse es terrorismo.
El resto de pruebas tienen la misma consistencia que las volteretas de Neymar tras una entrada: Un móvil (como el de la abuelita de un amigo mío, que con 96 años envía whatsapps), un ordenador (como el de la hija de 13 años de una amiga mía y donde mira youtubers de su edad), memorias USB (como las que usa un colega para guardar las series que se mira en los aviones), una agenda (sí, sí, una agenda, una terrible arma de destrucción masiva que otro amigo mío tiene en el restaurante donde trabaja para apuntar las reservas) y... "abundante cartelería", que como todo el mundo sabe es una cosa de una gravedad tan grave que la cosa oscila entre pena de muerte y cadena perpetua.
Y después de todo eso, todavía tenemos que leer y oír el bla, bla, bla sobre la independencia judicial, la no politización de la justicia y la gran profesionalidad de las fuerzas de seguridad españolas.
Va, hombre va, a tomar el pelo a las figuras del museo de cera. Si se dejan.
Ah por cierto... y aquí continúan pasando estas cosas y continua sin suceder nada. De nada.