Lo denominaremos el fenómeno del "me siento expulsado". Lo vemos a menudo, pero estos días ha vuelto a estar de actualidad por los Hechos del Palau del día de Sant Esteve.

Resulta que desde el año 1913, o sea... ¡HACE 106 AÑOS!... al día siguiente de Navidad, los diversos coros del Orfeó Català y el Coro de Cámara del Palau participan en un concierto donde cantan de todo y variado. Este año, por ejemplo, en el programa había varios estrenos y se han añadido canciones que hablan del camino hacia Belén como manera de reflexionar sobre los éxodos.

La polémica ha venido, un año más, porque al final del acto se interpretaron El Cant de la Senyera y Els Segadors. Y mientras eso sucedía, parte del público y de los cantantes mostraban esteladas y gritaban a favor de la libertad y de los presos políticos. La respuesta del unionismo ha ido desde Sociedad Civil Catalana que calificó el acto como "la antesala de un régimen totalitario" hasta varias personas que lo compararon con la Alemania nazi y, por lo tanto, abonaban una vez más el argumento de que en Catalunya se vive una situación igual a la que provocó la muerte de unos once millones de personas (un millón de los cuales eran niños), sólo en los campos de concentración y de exterminio.

Naturalmente, quien hace una comparación como esta última sólo merece recibir un adjetivo tan descalificativo desde el punto de vista humano que ninguna lengua del planeta la ha inventado todavía. Banalizar un horror como aquel sólo está al alcance de personas que no hacen honor a esta definición y que no merecen que nadie nunca más les dedique ni una sola décima de segundo de su vida.

Otros ciudadanos, sin embargo, se han manifestado en contra del acto con el argumento de la exclusión. Dicen que se sienten apartados de un lugar donde se canta el himno del Orfeó Català, justamente el día del concierto que es su fiesta anual, y de un lugar donde se canta el himno de Catalunya y se grita a favor de la libertad de unos presos políticos que están en prisión por una sentencia que será despedazada por la justicia europea. Desgraciadamente, dentro de unos cuantos años.

A mí me sabe muy mal que la gente se sienta excluida de los lugares y respeto mucho su sentimiento, pero la inmensa mayoría de los que se han ofendido por lo que pasó en este concierto ni han ido nunca y, sobre todo, en su vida tenían previsto ir. Y por no saber, muchos no saben ni dónde está el Palau de la Música. O sea, se han ofendido por una cosa que les es absolutamente ajena. Curioso. Pero lo más sensacional es que los que hablan de totalitarismo porque la gente canta y expresa una opinión en un recinto público, lo hacen porque querrían que eso no sucediera. Por lo tanto, pretenden prohibir las expresiones de los que no piensan como ellos, cosa que los convierte en unos totalitarios... ¡a ELLOS! ¡ME-MO-RA-BLE!

Pero detengámonos en una minoría de la minoría que dice que ha dejado de ir al concierto de Sant Esteve por la incomodidad que les provocan las esteladas y los gritos reivindicativos. Pregunto: ¿si son culés, han dejado de ir al Camp Nou porque hay pancartas a favor de los presos o en el minuto 17.14 una parte importante del público grita a favor de la independencia? Y si les gusta el baloncesto y hoy estaban viendo por TV al Barça-Madrid, ¿cuando en un tiempo muerto el público ha cantado Els Segadors, han apagado el aparato porque se han sentido excluidos?

¿Y si una inmensa mayoría de los asistentes a cualquier acto celebrado en un recinto público resulta que quieren protestar porque cree que sufrimos un estado de represión y de inseguridad jurídica y legal donde cualquier persona puede ser detenida y encarcelada sin ninguna prueba durante el tiempo que haga falta, tienen que callar para que los profesionales de la ofensa no se sientan excluidos? ¿Si no protestas por lo que crees justo, no eres tú el excluido? ¿Hay excluidos de primera y de segunda? ¿Hay quien se puede ofender y hay quien no tiene ni derecho a ofenderse? ¿Debes callar para no ofender a quien está esperando ofenderse?