Te levantas un miércoles cualquiera (¿suponemos hoy?), y empiezas a mirar noticias. Y, para empezar, ves una en El Mundo que dice: "El Tribunal de Cuentas (organismo dependiente del Ministerio de Economía) considera que la venta de las cajas intervenidas se hizo sin ningún criterio ni ninguna contabilidad que asegurara la utilización más eficiente de los recursos públicos. El Fondo de Reestructuración Bancaria (FROB) concedió más ayudas de las previstas formalmente, gastó dinero innecesariamente, encargó informes inútiles, podría haber conseguido más ingresos con las privatizaciones, hizo operaciones condenadas al fracaso y no actuó con la necesaria transparencia". Y entonces te coge una alegría más que descriptible. Porque, como me gusta a mí por la mañana (muy temprano, muy temprano) el olor del napalm, la sensación de que me están tomando el pelo y de que un grupo de frívolos incompetentes están tirando mi dinero.

Y, acompañando el yogurtito de media mañana, aprovechas para mirarte un poquito más de noticia y todavía te pones de mejor humor porque esta "gestión" (para llamarla de alguna manera) ha tenido como resultado que, de momento, hemos dedicado a la broma esta del rescate de las cajas 122.122 millones de euros (incluso la cifra parece pensada para dar risa). Y de estos millones, el Tribunal de Cuentas ya da por perdidos 60.718. El resto, depende de cómo vayan las ventas de las entidades que faltan para colocar.

Y mientras haces bajar el yogurtito con el zumo de 43 limones, haces memoria y recuerdas como el año 2012, el entonces ministro de economía Luís de Guindos, decía sobre el rescate bancario: "Aquí no habrá coste para los contribuyentes". Y recuerdas como la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría decía que "el rescate no costará ni un euro a los ciudadanos".

Por cierto, quién entonces era ministro de Economía, ahora todavía lo es. Y la vicepresidenta también.

El zumo de limón lo remueves escuchando cómo el ministro de Justicia, Rafael Catalá, dice que "los bancos no disponen de medios materiales ni gente suficiente para gestionar las devoluciones de las cláusulas suelo en tres meses" y que, por lo tanto, tengan paciencia para recuperar lo que es suyo y que les han estado cobrado ilegalmente. Y mientras lo engulles sin respirar piensas: "mira, igual que los clientes, que a veces no disponen de medios económicos para gestionar las devoluciones de créditos o el pago de facturas y también les ofrecen meses y meses para poder pagar. O más".

Y pim-pam, ya estás a media mañana. Y el buen humor no para de aumentar.

Y todavía te ayuda más leer que durante este 2017, entre todos los consumidores de gas pagaremos en nuestras facturas unos 96 millones y medio de euros para afrontar la indemnización del proyecto Castor. Ya sabe, aquel agujero bajo tierra situado frente las costas de Alcanar donde hacían unas pruebas para usarlo de almacén de gas y después de provocar infinidad de terremotos no reconocidos tuvieron que dejarlo estar porque no tenían más remedio. Obligados por la realidad, naturalmente. Y pararon la nueva versión de la película "Terremoto". Pues nada, que si aquello les hubiera salido bien, las empresas encargadas de la gestión habrían cobrado y, como no les salió bien, también cobran. Pagando nosotros, que pasábamos por allí. Capitalismo creativo, le llaman.

Y entonces llega la hora de comer. Y piensas: "¿Qué más me comeré hoy?". Y, nuevamente, se te aparece el Tribunal de Cuentas. En este caso porque ha decidido no fiscalizar el dinero que recibe la Iglesia Cristiana Católica española vía IRPF (aquello de la crucecita en la declaración de la renta). O sea, cobran 250 millones de euros del Estado y no tienen que dar explicaciones de cómo se los gastan. ¡¡¡Glorioso!!!

Y, de postres, para que te baje toda la cosa, ves que el rector de la Universidad pública Rey Juan Carlos, Fernando Suárez, famoso por haber copiado parte de la suya tesis doctoral y haber plagiado hasta 10 de sus publicaciones y todavía más famoso por no haber dimitido, se gastó 7 millones de euros en un palacete en el barrio de Salamanca de Madrid para "proyectar su imagen externa" (la de la universidad). Y resulta que la imagen del palacete ahora mismo es que el grupo neonazi Hogar Social Madrid lo okupó 10 días después de la compra y no ha recibido ninguna comunicación de la universidad para abandonarlo.

Y llega la merienda. Momento muy adecuado para enterarte de que la Junta de Castilla y León se gastó 93 millones de euros en una cosa llamada "Ciudad del Medio Ambiente". Un invento muy bonito consistente en la construcción de 800 viviendas de lujo en suelo no urbanizable y especialmente protegido. Y, no sólo eso, sino que construyó unas edificios que, según una sentencia, ahora tendrán que ser demolidos. Si lo hacen, el coste es de 29 millones de euros. Y si después, una vez derribados, continúan con el proyecto, habrá que inyectar 20 millones y medio a los 93 ya gastados. Más los 29. 

Y como estamos en enero, hace frío y todavía se hace de noche antes de las seis de la tarde, decides que ya tienes bastante alegría para hoy y que ni vale la pena sumar el total de eso del Medio Ambiente, ni leer más noticias y que lo mejor que puedes hacer es convertirte tú mismo (o tú misma) en un bicho-bola, pasar del Barça-At de Bilbao (por si las moscas), meterte en la cama sin cenar y mañana será otro día. Un día que esperemos no sea peor que hoy. Cosa difícil, pero viendo el panorama, no imposible.