El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, ha ido esta mañana al programa de Susanna Griso en Antena 3. Y ha dicho unas cuantas cosas que merecen ser comentadas. Pero primero, recordemos el fragmento más cósmico de sus palabras:

Claro, después de oír eso, lo más lógico y normal sería hacer cachondeo. Pero mucho. Sin parar. Pero, qué quiere que le diga... a mí lo que me provocan estas declaraciones es una mezcla de estupor y sordidez.

Es que el individuo que ha dicho esto no es un ciudadano que, después de desayunar tres barrechas y un carajillo de anís, empieza a divagar en la barra de uno de aquellos bares que entras pisando cáscaras de cacahuete y cabezas de gamba salada, donde la grasa chorreante de los jamones colgados del techo ha provocado una pasta que ha soldado los taburetes de la barra al suelo del local y donde la salmonela de la ensaladilla rusa viene a tomarte nota, tras abrazarte. No, no, es que quien ha dicho eso se supone que es una persona lo suficientemente equilibrada como para dirigir la seguridad de un Estado. Un Estado, por cierto, que no solo está amenazado por el terrorismo sino que lo ha sufrido. Del yihadista y de los otros.

¿Usted se imagina al ministro del Interior de un país normal diciendo lo que ha dicho el señor Zoido? Pero, a ver una cosa, ¿realmente contempla la posibilidad de que Carles Puigdemont entre en Catalunya volando en un ultraligero? ¿Sí? ¿De verdad? ¿Pero, qué dice este hombre? ¿Está seguro que está bien de salud? ¿Y desde dónde vendrá el president? ¿Desde Bruselas agarrado al ala de un Vueling? ¿Y cómo se lo imagina? ¿Vestido con un mono de mecánico, aterrizando ante el Parlament y una vez allí poniéndose la americana que lleva doblada en una bolsa del Condis?

¿Y, si en vez de usar un ultraligero viene moviendo los brazos muy rápido en la Guingueta d'Ix, a ver si coge suficiente ímpetu, se eleva, y aterriza en Puigcerdà? Ya puestos... Oiga, y esto otro del barco, ¿qué, cómo lo tiene pensado? Puigdemont mezclado entre el pasaje de un crucero, haciendo escala en BCN y entrando en el Parlament en un bus turístico? ¿O escondido en el fondo de una caja de sardinas de un pesquero con base en Vilanova y accediendo al hemiciclo dentro del camión de suministros del restaurante?

Y dejo aparte el tema del maletero del coche porque, ¿sabe qué? Hace dos días que hay una furgoneta del Cuerpo Nacional de Policía delante de la valla de acceso al recinto del Parlament, justo delante del zoo. Y la única explicación posible es que están allí esperando a Puigdemont. Y hay muchos momentos que miran al cielo. O sea que deben estar oteando el ultraligero...

¿Y nuestra seguridad depende de este personaje? ¡Pues, qué miedo! Vaya, que no pasan más cosas porque nuestro señor nos protege (y quien dice "nuestro señor" dice el Flying Spaghetti Monster o la alineación transversal de los siete chacras). Sobre todo viniendo de quien no fue capaz de encontrar una sola urna. Ojo, pero es que... ¡NI UNA! Lógico, cuando te pasas el día soñando con ultraligeros de película de James Bond, no tienes tiempo de nada más.