A veces pasa. Te viene un amigo/amiga, te presenta a su nueva pareja, te los miras, y al cabo de 7 segundos y 16 milésimas ya ves que aquello no solo no tiene futuro sino que para no tener no tiene ni presente. Pues, no sé si a usted le sucede lo mismo, pero cuando miro según qué pactos postelectotales de según qué ayuntamientos, no puedo evitar tener esta sensación.

Sí, sí, ya lo sé. Los partidos políticos existen para obtener el poder, todos los pactos son lícitos, los ayuntamientos son otro mundo, en los pueblos no se pacta por ideología sino por proyectos locales y bla, bla, bla. Pero viendo a algunos compañeros de viaje, yo que quiere que le diga... no lo veo. Ni con toda la buena voluntad y comprensión posible.

Es que hay pueblos donde ya ves que cuando llegue la sentencia del juicio, como por poner un ejemplo de un hecho que sabemos que sucederá, que sucederá relativamente pronto y que tensará muchas situaciones, aquello se hará fosfatina. Es que dentro de cuatro meses será imposible mantener según qué pactos firmados ahora porque los unos querrán aprobar unas mociones que los otros no quieran ver ni a tres pueblos de distancia.

Pero no solo será la sentencia. Mientras hablamos de becas comedor y de hacer polideportivos vamos bien, pero cuando según dónde toque decidir como gestionar según qué bienes públicos, afrontar situaciones relacionadas con la seguridad o cuestiones que afectan a la base ideológica de los que son como aceite y agua, no hace falta ser muy espabilado para verlo 24 horas después de haberse firmado: hay pactos que tienen menos futuro que un helado de callos.

Y la culpa, aparte del cha, cha, cha, es de hacer las cosas mal desde los cimientos. Si tú quieres construir una pared recta y el primer ladrillo lo pones torcido, ya puedes sacar un kleenex y empezar a decirle adiós. De la misma manera, si haces un pacto pensado solo para ir a la contra, para expulsar, para desalojar y no para construir, la probabilidad de que la cosa suba recta es como el no future de los punks de finales de los años 70 del siglo pasado. Sí, los partidos políticos existen para obtener el poder, todos los pactos son lícitos, los ayuntamientos son otro mundo y en los pueblos importan los proyectos locales y no la ideología, pero hay pactos que no pueden ser y además son imposibles.

Antes de lo que nos pensamos, veremos cómo se rompen acuerdos de gobierno, como se cambian socios, cómo van presentándose mociones de censura y cómo caen alcaldes. Y alcaldesas. Pero es que dentro de cuatro años veremos torres que ahora parecen sólidas, caiendo como castillos de cartas hechos con azúcar. Porque todos los pactos son lícitos, pero también tienen que ser lógicos y coherentes. Y la gente tiene tendencia a castigar los experimentos donde en vez de usar gaseosa se utiliza azidoazida azida, el compuesto más explosivo creado nunca. Para hacerse una idea, los científicos lo dejaron en un entorno sin ninguna vibración, a oscuras y con una temperatura controlada... ¡y explotó solo!