¿Le apetece que usted y yo hagamos ahora mismo unas suposiciones conjuntas? ¿Sí? Pues venga.

Supongamos que le viene un promotor inmobiliario, que llamaremos el señor A, y le dice: "Construiré un edificio en primera línea de una playa virgen pero respetuoso con el entorno. Todas las habitaciones serán exteriores y con vistas en el mar. Habrá piscina de verano e invierno, jardín, parking con acceso directo al comedor, calefacción y aire acondicionado, cocina grande y equipada y los pocos vecinos del bloque pasarán un test para evitar gentuza y gente maleducada. Va, si me lo compra, el precio será de 60 mil euros. Y le regalo un coche eléctrico de gama alta". ¿Verdad que usted aceptaría? Bien, y si no acepta, usted y yo tenemos que hablar. Muy seriamente.

Pero espere, que el promotor le dice también: "Y no se preocupe por el dinero. Tengo tratos con un banco que le firmará una hipoteca al 0,5% y le hará un seguro de vida gratuito de 100 millones de euros para sus herederos que incluye un sueldo mensual para usted de 3 mil euros. Netos". Usted no lo sé, pero yo eso ya lo estoy firmando. Y si hace falta con sangre. Aunque sólo de verla ya me mareo.

Total, que usted y yo firmamos el contrato de compra, la hipoteca y aceptamos el regalo del coche y el sueldo mensual. Pero cuando nos disponemos a ir a vivir en el piso, a dar un paseo con el coche y a comprobar que nos han hecho el primer ingreso, el señor A nos dice: "No miren, es que no podrá ser. El piso es suyo, pero no pueden vivir en él. El coche es suyo, pero no pueden conducirlo. Y los 3 mil euros en el mes son suyos, pero no pueden tocarlos de la cuenta".

Si eso sucediera verdad que lo primero que le diríamos al señor A sería una cosa parecida a: "¿Oiga, por qué nos ha metido en este pitote? Si nos propone una situación y cuando toca hacerla efectiva nos la impide, qué sentido tiene todo?".

Bien pues, la situación descrita es exactamente la misma que sufren los presos políticos que han decidido presentarse como candidatos a las diversas elecciones convocadas últimamente, tanto en Catalunya, como en el Estado, como en Europa.

A ver una cosa, si la ley te permite presentarte como candidato a presidir del Gobierno de tu país y te permite ser elegido como alcalde o diputado, y en algunos casos es el Gobierno del Estado quien te estimula a hacerlo, ¿alguien me puede explicar la segunda parte de la cosa? ¿Por qué puedes presentarte a unas elecciones, recoger el acta de diputado, asistir a un pleno, votar la Mesa de la Cámara, pero después quedar suspendido de sus funciones y adiós buenas tardes? ¿Por qué puedes ser diputado en el Parlament de Catalunya encabezando una lista y no te permiten ser candidato a President? ¿Por qué puedes ser elegido diputado en el Parlamento europeo y no puedes recoger tu acta?

¿Por qué usted y yo podemos votar por una persona y después a esta persona le impiden representarnos? ¿Tan poco valen nuestros votos? ¿Tan poco respeto merecemos? Nosotros y los candidatos.

Y la gran pregunta: ¿llegará un día que quien subvierte repetidamente la legalidad tendrá que darnos explicaciones, pedirnos perdón y resarcir el daño provocado?