¡Naturalmente! Usted tiene todo el derecho a decidir no querer vacunarse contra la COVID. Y, por supuesto, nadie le puede obligar a hacerlo. Ahora bien, de la misma manera que usted tiene esa libertad, los otros también la tenemos. De libertad, quiero decir. Para escoger como gestionamos su decisión. Porque, claro, si usted ejerce la libertad de no vacunarse, está poniendo en riesgo su salud, cosa que allá usted, pero también la de los otros. Y aquí chocan intereses que tienen que ver con el bien común. Una vez más, los derechos individuales frente a los colectivos. ¿Hacemos unas cuantas suposiciones?

Usted decide no vacunarse de COVID. Por los motivos que sean. Perfecto. Pero supongamos que contagia a un familiar suyo en edad de riesgo. Por ejemplo a su madre. Y a causa de la enfermedad, acaba muriendo. Aislada y sin que usted pueda despedirse de ella presencialmente. Se abre un interesante debate entre su derecho a ejercer su libertad de no vacunarse y que esta decisión provoque la muerte de una persona que, se supone, usted quiere. O en este caso quería.

Usted trabaja en una residencia de personas mayores y opta por no vacunarse. Contagia a varios internos, algunos de los cuales mueren. ¿No tiene ningún cargo de conciencia? Pero espere, que ahora viene una situación que quizás acabaremos viendo. Resulta que los familiares de los difuntos presentan una demanda contra el centro. ¿Qué problema, no? Para el centro, claro. ¿Cómo lo solucionamos esto? ¿Que ellos paguen por una cosa causada por el derecho que tiene usted a su libertad y quizás tengan que cerrar la residencia por no poder afrontar la indemnización?

Usted conduce un autobús de servicio público y decide que nada de vacuna. ¿La empresa tiene derecho a relevarlo de su puesto de trabajo para evitar el riesgo de contagiar a decenas de personas? Y si lo hace, ¿cómo afrontamos la cosa? ¿Usted sigue cobrando sin ir a trabajar o tienen derecho a despedirlo? ¿Y si usted tiene una tienda de alimentación, o un bar, o un restaurante? No se vacuna, contagia a varios clientes, corre la voz, la gente deja de venir y tiene que acabar cerrando. Su libertad frente a la que tiene la gente de ir a comprar o no a un lugar donde existe el riesgo de sufrir la enfermedad.

Usted trabaja en un despacho, contamina varias personas y alguna acaba sufriendo unas secuelas físicas que arrastrará de por vida y que le ocasionan problemas para ser 100% autónoma. Esta persona, por culpa de su libre decisión de usted, tiene que dejar de trabajar. Por lo tanto, además de arruinarle la vida, la condena a cobrar una pensión de mierda con la que, además, tendrá que pagar alguna persona que se haga cargo de ella y ayude al resto de su familia.

Imaginemos que cuando más o menos todo eso vuelva a la normalidad, usted decide ir de safari a Kenia. Para viajar a aquel país es obligatorio o recomendable hacer tratamientos o ponerse vacunas contra la malaria, la hepatitis B, la meningitis, la fiebre tifoidea o la rabia. ¿Verdad que lo encontramos normal? Si quieres safari, vacuna. Si no quieres vacuna, adiós safari. Pues si eso se entiende, me cuesta entender que no se entienda cuando hablamos de los efectos que puede tener ejercer tu libertad de no vacunarte contra la COVID.