Las vacunas contra la COVID ya llaman a la puerta de nuestras vidas. Y no llegan solas. Aparte de la jeringa correspondiente incluyen varios debates que resumiremos en tres. El primero es si nos la ponemos o no. El segundo es,¿ qué sucede con las personas que no se la quieran poner? ¿Qué tiene que hacer la sociedad con ellos (y ellas)? Y el tercero, que complementa el segundo, lo podríamos titular "Usted que aceptó quedarse en casa durante el confinamiento, renunciando a muchos de sus derechos en nombre del bien común, por qué ahora no acepta ponerse la vacuna?".

Servidor de usted sólo puede responder en primera persona la primera pregunta. Llegado el caso, cuando me toque, que me temo que seré de los penúltimos, superaré mi terror sideral a las jeringas y me la pondré. ¿Por qué? Porque me fío de la ciencia, porque quiero poder abrazar a la gente que quiero, porque quiero volver a ir por la calle sin mascarilla, porque quiero comer o cenar en un restaurante sin sufrir, porque quiero ir en tren tranquilamente, y sobre todo porque si Bill Gates, George Soros y Batman me instalaran un chip que funciona con 5G no me provocaría ningún efecto porque soy autónomo.

Las otras dos preguntan plantean temas apasionantes que tienen que ver con el derecho a elegir, con la libertad, con vivir en sociedad o con las corrientes cada vez más extendidas sobre teorías de la conspiración. Usted puede decidir no ponerse la vacuna. Naturalmente. De la misma manera que usted puede decidir conducir habiéndose bebido incluso el agua de los jarrones o habiéndose esnifado (también) las cenizas de la tía Paquita. Pero, claro, aparte de usted, en la humanidad vive más gente. Y por las carreteras circulan otros vehículos. ¿Qué sucede si usted, en un estado físico lamentable a causa de la ingesta de varias sustancias, provoca un accidente donde mueren una persona o varías? ¿Qué va por delante, su libertad o la vida del otros? O pongámoslo al revés. ¿Qué opinión tendría usted de la libertad individual de una persona que, ejerciendo su derecho de ir borracha y drogada, provoca un accidente que afecta el coche donde va usted y toda su familia, mueren unos cuantos y el resto, incluido usted, sufren los efectos el resto de su vida?

Usted en su casa tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida, mientras no vulnere el código penal, claro. Allá usted. Pero cuando se interrelaciona con el resto de miembros de la comunidad, no puede ponerlos en riesgo en nombre de su propia libertad. Hemos decidido vivir en sociedad y eso implica que usted tiene el derecho a hacer lo que le venga en gana, pero tiene el deber de hacer que lo que le venga en gana no comporte consecuencias para la vida de sus semejantes. Y, creo, que este ejemplo vale para las vacunas.

Por cierto, una pregunta. ¿Si usted que se niega a ponerse la vacuna, se contagiara de COVID19, aceptaría recibir el tratamiento necesario para salvarle la vida o no? El tratamiento de la misma ciencia de la cual no ha aceptado la vacuna. Pero no se vaya que todavía tengo alguna otra preguntita. ¿Usted que no se quiere poner la vacuna, por qué aceptó quedarse en casa cuando el confinamiento de la primavera? ¿Y por qué ahora va con mascarilla? ¿Y por qué respeta el confinamiento perimetral? ¿Y por qué cumple el toque de queda? ¿Porque es obligatorio? ¿Porque si no lo hace le cae una multa? Por lo tanto, acepta que lo hace porque no tiene más remedio. Pues quizás esta es la demostración de que, a veces, en nombre del bien común o de la salud de toda la sociedad, sólo se valen las medidas coercitivas. Porque, quizás, hay quien no sabe ejercer su libertad de una manera correcta, cuando de lo que se trata es de vivir en una comunidad.

Ahora bien, si decide ir a vivir al desierto, o a una zona remota de la Amazonia perdida, entonces es otra cosa. Si es así, no le hará falta la vacuna. Pero si se va, llévese alguna aspirina, para el día que tenga algún dolorcillo de cabeza...