Lo ha tuiteado este domingo Jaume Padrós, presidente del Colegio de Médicos de BCN:

Padrós

Efectivamente, manifestarse es uno de los derechos fundamentales que tenemos que poder ejercer siempre. De hecho el derecho a decidir es eso, tú escoges si quieres que sí, quieres que no, no quieres ninguno de los dos y cómo quieres hacer efectiva (o no) cualquiera de las opciones elegida. Pero tener un derecho no implica ninguna obligación de ejercerlo. Y no ejercerlo no es regalar ni ceder nada. No renuncias a nada. Por lo tanto, la existencia de la manifestación como derecho fundamental no quiere decir que tengas que manifestarte pase lo que pase. Y, justamente ahora, pasa. Y no poco.

¿No habíamos quedado en que somos un país de gente responsable, que estábamos luchando contra el Covid con firmeza, compromiso, determinación y bla, bla, bla? ¿Pues por qué esta obstinación en querer manifestarse presencialmente el once de septiembre del 2020, el año en que todo el mundo ha dejado de hacerlo todo? Sí, sí, ya sé que la propuesta es hacerlo con mascarillas, distancia y tal y cual, ¿pero hemos pensado que quizás el mensaje de país más potente que podemos enviar es que renunciamos a la mani tradicional y optamos por otras maneras de hacer las cosas? Y que no pasa nada. Ni somos menos reivindicativos, ni dejamos de tener motivos para la queja, ni renunciamos a nuestras ideas ni a expresarlas. Simplemente cedemos momentáneamente un derecho, en nombre de la colectividad, del conjunto de la sociedad, y seguimos exactamente el mismo camino de los que han renunciado a su Semana Santa, a sus Sanfermines, a su fiesta mayor o a hacer castells. Unas actividades que, para la gente que no las ha podido realizar, al menos son tan importantes y están tan arraigadas como manifestarse durante la Diada.

A fecha de hoy hemos hecho de todo. Y más. Hay gente que todavía ahora está plantada en el paseo de Gracia de BCN esperando que se mueva la mani del 2012, aquella donde finalmente apareció Josep Antoni Duran Lleida con muletas. Los hay que todavía están en un lugar indeterminado entre Camarles y l'Aldea cogidos de la mano de un señor de Masquefa con bermudas rojas que está digiriendo el arroz de anguila y pato que se había zampado como si no hubiera mañana. A fecha de hoy hay padres y madres del chat de la escuela "Pompeu Fabra, pero en casa le llamamos Pompy" que hacen un encuentro anual para conmemorar la heroicidad de aquello de ponerse las camisetas de manera que salieran las cuatro barras durante unos cuantos kilómetros. Y hay catalanes (y catalanas) que han sufrido diversas hernias de neurona intentando entender aquello del puntero de la Meridiana de BCN y aquello otro de enseñar el dibujo de un huevo frito al Meteosat y a la Estación Espacial Internacional.

Si hemos sido capaces de hacer todo esto, tenemos que ser capaces de hacer cosas todavía más complicadas como entender el momento que vivimos. ¿Cómo? Por ejemplo, organizando una Diada que no sea ninguna renuncia a salir a la calle sino un empuje decidido a combatir el virus aparcando la calle hasta que sea posible volver a unir el paseo de Gràcia y l'Aldea con un señor de Masquefa corriendo con bermudas rojas agarrando un puntero en forma de huevo frito y las cuatro barras en la yema.