Lluís Rabell, líder del grupo de CSQP en el Parlament, ha ido este domingo por la mañana al programa de Xavi Bundó en RAC1. Y de todo lo que ha dicho, el programa ha destacado tres ideas en Twitter:

Y, al leerlo no he podido evitar que me viniera a la cabeza la palabra: "tribunero". Seguramente ha ayudado mucho que hoy el Barça ha recuperado aquella manera de hacer de los años setenta y ochenta, de cuando el gran éxito de la temporada era ganar al Realísimo y los partidos de fuera del Camp Nou se despachaban perdiendo por 1-0 en campos como El Plantio, Pasarón o La Condomina.

El "tribunero", ser que todavía existe pero que cada vez está más difuminado por unas nuevas generaciones que han visto cosas imposibles de creer hace 30 años, era (y es) una mezcla de conformismo, aceptación del triste destino del perdedor y sumisión a la derrota. Para el "tribunero" no hay nada que hacer, el destino es la fatalidad y el futuro es en blanco y negro. El "tribunero" saca a los invitados una caja de dos pisos de un surtido de galletas y resulta que en los dos faltan las que van con papel. Y las saca, no para hacer de buen anfitrión sino con la esperanza de que alguien se coma las que quedan, que ya están reblandecidas y, de esta manera, cuando eso pase, él pueda comprarse otra caja y volver a comerse todas las que van con papel. En definitiva, el "tribunero" está instalado en el concepto "aceptamos la situación porque si intentamos cambiarla no saldremos adelante" y ni se le ocurre proponer un "Hey, ¿y si intentamos hacerlo?".

"Mientras el Estado español no se avenga a dialogar, no hay nada que hacer", sostiene Rabell. Bien, empíricamente tiene razón porque quien tiene la sartén por el mango son ellos y si ellos no se mueven de sitio, no se moverá nunca nada. Pero, como todos sabemos que España no se avendrá a negociar, ¿entonces qué hacemos? ¿Nos conformamos en seguir toda la vida perdiendo por 1-0 en Las Gaunas o cambiamos la mentalidad, hacemos un equipo ganador y salimos a ganar? Esta es la diferencia: o aceptamos la situación o intentamos cambiarla. Básicamente porque las cosas nunca cambian por sí solas.

"Propondremos establecer vínculos para que la sociedad civil catalana se pueda expresar y hable con la española". Bien, a ver, la sociedad civil catalana ya es lo bastante mayorcita para expresarse como y cuando le apetezca. Y en relación a hablar con la sociedad civil española, es aquello del federalismo, que para federarse hacen falta dos y si uno no quiere federarse, adiós federación. Y cuando Catalunya ha llamado a la puerta de la "sociedad civil" española, han hecho como cuando la tía soltera te llama al timbre de casa para invitarse unilateralmente a pasar la tarde y tú, sin hacer ruido, te escondes detrás del sofá para que se piense que no hay nadie y se marche.

Y la cosa no es de ahora. He explicado muchas veces la famosa historia del 3 de noviembre del 2005, cuando una delegación catalana fue al Congreso de los Diputados a defender el Estatutito (¡¡¡OJO, EL ESTATUTITO!!!). Antes del acto "oficial", hubo uno en el Círculo de Bellas Artes, abierto a la "sociedad civil". ¿Sabe qué sociedad civil fue? Santiago Carrillo y su esposa, que se pagaron el metro de su bolsillo. Y nadie más. Pero cuando digo nadie, quiero decir cero. ¿Dónde estaban aquel día los "intelectuales" españoles? ¿Dónde estaban los "artistas" siempre comprometidos con las causas? ¿Dónde estaban los profesores universitarios? ¿Aquel día y todos los otros? ojo, que no estoy hablando de referéndums, ni de independencia. Estoy hablando del Estatutito, aquella especie de "Mimosín" que fue trinchado sólo cruzar Fraga.

¿De qué tenemos que hablar con la sociedad civil española que nos ignora? ¿De que este enero parece que llueve mucho?

Y finalmente "tal como van las cosas no habrá referéndum". Efectivamente, igual que hace un año. Y dos. Y 15. Y 35. Y cómo podemos estar de aquí 10 años. O 50. O no... La pregunta es: ¿cómo tendrían que ir las cosas para que hubiera un referéndum? ¿Qué debería ser diferente? ¿Cuál es la receta? Y aquí es donde volvemos a la primera declaración: "Mientras el Estado español no dialogue, no hay nada que hacer". Y así es como el "tribunero" todavía ahora está en su localidad convencido de que Manolo Clares era Messi y que Fortes era Neymar y que no ganar nunca nada era sólo fruto de la mala suerte, pero que cuando la pelotita entrara, campeones del Trofeo Teresa Herrera (como mínimo), ganando a la final al Ferenkvaros.