Recuerda la imagen de la primera reunión de la mesa de diálogo, ¿verdad? En aquella sala de la Moncloa tan llena de luz y de cordialidad, con aquellas ventanas abiertas tan bonitas... Pues bien, por parte de la delegación catalana, que estaba sentada a la izquierda de las imágenes, la primera persona que se veía era Josep Maria Jové. Dos días después, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya anunciaba su procesamiento y el del también diputado republicano Lluís Salvadó como organizadores del referéndum del 1 de Octubre. El premio estuvo muy repartido y la acusación es por los delitos de desobediencia, prevaricación, malversación y revelación de secretos. Tendrán que ir a declarar el próximo día 11. Esperemos que no coincida con la segunda reunión de la mesa. Sería muy feo.

Por lo tanto, ¿qué tenemos aquí? ¿Que qué tenemos? El miércoles el Gobierno organiza hasta el último detalle una puesta en escena para ofrecer una imagen de reunión bilateral y el viernes el Estado paralelo decide que también tiene que sentarse en la mesa. Y no precisamente para negociar. Y entrando en la sala por la ventana. Y cuando ya la habían cerrado porque estaba entrando aquel fresquito de febrero en la Meseta. ¿Resultado? Ahora mismo, uno de los negociadores que se sienta para intentar encontrar una salida al conflicto, lo hace esposado, metafóricamente hablando. Es la prueba de que los que se sentaban a la derecha de la mesa poca cosa pueden decidir ante quien tiene el poder judicial, que es alguien de quien no conmocemos el nombre, pero sí sabemos que no se llama Sánchez. Y eso me sirve para compartir con usted una cosita sobre la famosa mesa.

En Madrit (concepto) también hay quien no está de acuerdo con la manera como el gobierno Rajoy afrontó el conflicto catalán. Ni con la sentencia del Supremo. Ni con el juicio al mayor Trapero. Ni con muchas otras cosas que han sucedido los dos últimos años y medio. Demasiado código penal y demasiada poca inteligencia. Emocional y de la otra. Desconozco si son muchos o pocos, pero existen. Y de la misma manera que en 48 horas encajaron de manera mágica las piezas que parecía imposible que encajaran para hacer la tan famosa como inesperada moción de censura contra Rajoy, no sea que ahora la mesa no sirva para que el sector crítico del estado paralelo empiece la reconquista.

Dicho de otra manera, la mesa no sería el lugar para pactar un referéndum, sino la primera fase de la operación "tenemos que limpiar porque si no esto se va al carajo y a los catalanes os conviene el posible nuevo escenario, o sea que aquí quietos sentaditos". Vaya, como cuando hicieron abdicar al rey Juan Carlos para salvar la monarquía. La mesa sería la zona cero a partir del cual juntarían fuerzas los partidarios de acabar con el "villarejoismo aznarista" (concepto) que afecta a la justicia, a parte de las fuerzas de seguridad y al periodismo. Y sobre este último gremio, quizás pronto tengamos alguna sorpresa.

Ojo, y que conociendo al personaje, no le niego que la mesa también podría ser la manera que tiene Pedro Sánchez de aprobar los presupuestos y, una vez conseguido el objetivo, una abrazo y feliz Navidad. Pero como especular es gratis, ¿por qué no, verdad?