La última sesión del juicio contra Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau ha tenido 6 grandes protagonistas: él y ellas dos, naturalmente, pero también el fiscal y dos señores del público. Por orden de aparición, empezamos por el fiscal.

El señor Emilio Sánchez Ulled es brillante, mediáticamente y comunicativamente hablando. Y también lo es técnicamente (eso no lo digo yo sino los que entienden de la cosa). Y hará carrera porque juega en el bando de los que pueden proporcionarle un futuro lleno de éxitos. Al menos de momento. Pero el señor fiscal, sobre todo, es de una solidez física y mental destacable. Ha estado dos horas y dieciséis minutos hablando sin cesar. De las 9:10 a las 11:26. Sin cesar y sin beber agua. Y sin ni un solo momento de tos ni de carraspera. Sin hacer prácticamente ni un solo punto y aparte. Sin ningún momento de duda. Sin ningún error de memoria. En dos horas y dieciséis minutos sólo ha tenido un par de lapsus. Y los dos han tenido como protagonista a la ex consejera de Ensenyament. Una vez le ha dicho "el señor Rigau" y la otra "la consellera de entrenamiento". Y que quiere que le diga, estos dos momentos me han alegrado la mañana porque me han demostrado que la perfección absoluta no existe. Y diría que tenía claro el rato que quería estar charlando porque ha mirado cinco veces el reloj, como si fuera un maratoniano que va controlando el tiempo empleado por kilómetro. Concretamente lo ha hecho a las 9.50, 10.15, 10.20, 10.32 y 10.43.

Antes de todo eso, nos había explicado que, si durante todo el juicio se había expresado en catalán, hoy lo haría en castellano. ¿Por qué? Bien, traduciéndole libremente el argumento, lo hacía porque eso saldrá por la TV en toda España y así no habrá que traducirlo ni subtitularlo. Un detalle muy bonito. Sobre todo para quien hubiera tenido que traducirlo y subtitularlo. Y no dudo de que ésta puede ser la causa principal, pero me juego un guisante a que también ha influido poder regalarnos expresiones castellanas tan bonitas como "a la sazón", "tamaño calibre", "jocosidad", "albedrio", "acerbo probatorio", "tronconuclear" y "no es baladí", estas dos, expresadas hasta un par de veces. El catalán es una lengua muy rica, pero "àdhuc" o "capteniment" no tienen nada que hacer ante un buen "a la sazón".

Como la parte técnica y los argumentos utilizados ya aparecen en otras crónicas de por aquí al lado, si me permite le hablaré del fiscal, sí, pero de uno de sus elementos de trabajo: la silla. Era la única de la sala que tenía reposacabezas. Ni tan sólo tenían las de los tres miembros del tribunal. Cierto que el respaldo de la del presidente le llegaba un poco más arriba de la cabeza y que las de los otros dos magistrados les cubrían hasta los hombros, pero en ningún caso les recogían el resto de cuerpo en caso de un apoyo repentino. Ah, por cierto, el tribunal gasta sillas de aquellas de terciopelo rojo, como de restaurante de cenas medievales con una decoración que imita la de un castillo. En cambio la del fiscal era moderna. Negra y con ruedas. Si me permite expresar una opinión poco fundamentada (básicamente porque no las he testado directamente), creo que era la mejor silla de todas.

En el apartado de los piques, destaco uno. Ha sucedido a las 9.34, cuando el señor fiscal ha afirmado que Mas había dicho que su disyuntiva había sido "obedecer al Tribunal Constitucional o el mandato del pueblo". El expresident, sentado en el banquillo de los acusados, ha soltado un sonoro "eso yo no lo he dicho". Entonces, el presidente del Tribunal le ha recordado que no podía interrumpir y que no era su turno. El fiscal ha dicho que eso era lo que a él le parecía recordar.

A las 11.14 nos ha dicho que "voy a ir terminando". Y ha sido cuando nos ha explicado que "este juicio también es democracia", que no había recibido "ninguna indicación" del Gobierno "y además no lo habría consentido, se lo crean o no, porque la Constitución no lo permite" y que la Fiscal General del Estado del momento (Consuelo Madrigal) le dijo que quería "una valoración técnica y rigurosa, en el sentido que sea." Ha sido cuando más de uno de los presentes ha expresado una sonrisa. Nada, la gente, que es muy mala...

El fiscal también nos ha hecho saber que "el tribunal es rabiosamente independiente", que "no se puede contraponer democracia y estado de derecho", que "democracia es todo, votar y también juzgar. No se puede coger sólo una parte" y se ha quejado de que "ya está bien todo lo que se está organizando en torno a este acto". Su gran frase, sin embargo, ha sido la que ha dicho a las 9.40: "Yo no estoy disfrutando con esto".

Total, que en las 11.26 ha acabado su intervención y, entonces, sí, ha pedido agua a una chica que estaba sentada al lado del procurador. Ha sido cuando algunos de los asistentes han aprovechado para salir de la sala.

Cuando al final de la sesión de la mañana ha pasado por mi lado y he podido ver de cerca su cara, hacía ojos de muy cansado, como de haber dormido poco.

Ah, por cierto, y ahora paso a los 2 protagonistas del público sin dedicar espacio a Antonio Alberca, representante de la acusación particular porqué como ha dicho una persona con experiencia en eso de los tribunales: "este señor todavía no sabe dónde está". Después del fiscal, su intervención de 16 minutos ha sido como si en un castillo de fuegos artificiales, seguidamente a una serie con palmeras, cohetes de colores de aquellos que explotan y reexplotan haciendo lucecitas circulares y a una tronada de un minuto, encienden una bengala. Sólo le diré que 4 veces ha usado expresiones como "nada que añadir a lo que ha dicho el ministerio fiscal" o "como ya ha dicho el ministerio fiscal". Vaya, que su intervención podría hacer creer a alguien que aquello era el Estado contra Mas, Ortega y Rigau y que la acusación particular era el telonero, del telonero, del telonero. Del telonero.

Dicho esto, pasamos al "señor corto" y al "señor dormidina". El señor corto es un señor del público sentado en la cuarta fila a quien los pantalones marrones le iban cortos. Muy cortos. Eso ha provocado que en la pausa decretada por el presidente de la sala a media mañana, paseara por el exterior mostrando a unos chillones calcetines blancos. Y hasta el inicio del propio calcetín. El problema, sin embargo, es que la corbata de estampado escocés también le iba corta. Muy corta. No llegaba a ser una pajarita, pero poco faltaba. Y todo eso lo paseaba, mientras bajo el brazo lucía una carpeta de gomas con un adhesivo de letras negras que me ha sido imposible identificar.

Y si fuera teníamos un problema de longitud, dentro el problema era de tos. El "señor corto" ha tenido varios ataques de tos, combinados con unos estornudos bastante productores de materia. La chica que tenía al lado se lo iba mirando de reojo mientras, cada vez más, apartaba el cuerpo en sentido contrario. En las 12.50, tras un destacado ataque de tos, ha decidido marcharse. El señor.

Y ahora vamos al "señor Dormidina". Es este de las fotos. Lo que está a la derecha de Artur Mas con los brazos cruzados y, por supuesto, con los ojos cerrados:

Situado siempre detrás de los declarantes, ya se hizo famoso el martes y miércoles por su gran afición a dormir. Daba tantas cabezadas que hacía aire. El oficial ha ido dos veces hasta su silla para decirle que aquello era un juicio y no la sección de camas del Ikea. El señor Dormidina se ha mantenido firme y se ha quedado. En la sesión de la tarde, después de comer, nos ha ofrecido una variedad de cabezadas, muecas, movimientos de labios y resoplidos diversos que han podido ser seguidos en directo por todos los espectadores (y espectadoras) ya que los alegatos de los tres acusados delante suyo han permitido disfrutar de su performance por TV.

Yo me lo miraba y pensaba que me recordaba s alguien. Entre El Pequeño Nicolás y Javier de la Rosa, sí, pero no del todo. Hasta que, ¡¡¡patapam!!! Me ha venido la imagen... ¡¡¡ALVARO VITALI!!! Sí, aquel actor de hacía películas pretendidamente eróticas en la Italia de finales del años 70 y principios de los 80.

Lamentablemente no he podido hablar con él (con el señor Dormidina, no con Viltali) porque cuando iba a hacerlo, ha llegado Artur Mas y, la verdad, puestos a escoger, en aquel momento me ha parecido más interesante lo que podía decirme el expresident y he preferido hablar con él. Pero de los señor Dormidina he conseguido saber que hace muchos años va de público a los juicios y que estudia para fiscal. Pero no consta ni que lo sea ni que si no lo es, tengamos que buscar la causa en que se haya dormido en el examen.

Y para acabar una imagen terrible de Jordi Pina, abogado de Irene Rigau. Bien, no de él, sino de detrás suyo. Fíjese, a la derecha, al lado de la cabeza. Un descascarillado más que destacable.

Un descascarillado que todavía se ve más con la sala vacía, como se puede comprobar en esta foto (es la parte blanca de debajo del altavoz vertical que está a la derecha, justo donde acaba la mesa):

No, las televisiones no tendrán que subtitular al fiscal, pero quizás no estaría de más ponerle un poquito de tippex azul a las imágenes que se emitan. Porque si el 9-N pasará a la historia por la comparecencia de un ministro hablando por un micrófono atado con celo, ahora se podía haber evitado que el juicio del 9-N pase a la historia por la pintura de las paredes del TSJC cayendo a trozos. Es una metáfora que no conviene a esta Brigada Aranzadi que lo tiene todo atado y bien atado. De momento.