Resumen del publicado hasta ahora (más o menos): Estamos afectados por un virus que vino de la China (o eso parece hasta ahora) que en tres o cuatro meses (también según parece, aunque alguien defiende que podría ser anterior) se esparció por el mundo. Cuando eso sucedió, un montón de expertos nos dijeron un montón de cosas y no acertaron ni una. Paralelamente un montón de políticos tomaron un montón de decisiones más pendientes de hacer política partidista particular que de hacer salud. Y un montón de periodistas nos creímos todo lo que nos decían (porque somos una pandilla de ingenuos ignorantes) y lo amplificamos. De eso hace unos seis meses. Y ahora estamos donde estamos, cuando el virus se vuelve a transmitir por el aire y ninguna administración se quiere hacer cargo de la gestión de la pandemia. Por el medio se han tomado tantas decisiones, se han aplicado tantas normas (y las contrarias) y ha salido tanta gente (y tantas veces) a parlotear durante tantas horas que los ciudadanos ya hace tiempo no sabemos qué tenemos que hacer, ni como, ni cuando, ni con quien.

Pero a la pizza 12 sabores le faltaba aquella típica piña en almíbar que tant bien encaja (o más). Y en este caso es de la reputada marca "juez epidemiólogo". ¡¡¡SEN-SA-CI-O-NAL!!! Allí en el medio, con la mozzarella, el tomate, la alcachofa de lata, el champiñón de pote y todo el resto, ¡PATAPAM!, el típico juez (o jueza) que se cree Batman y que la salvación de la humanidad está en sus manos.

O sea, la autoridad competente va decretando prohibiciones (a veces acertadas, a veces auténticas barbaridades), y aparece un juez (o una jueza) y dice cosas como que fumar en una terraza de bar es un derecho fundamental o se permite afirmar que en Terrassa la situación epidemiológica ha mejorado en comparación con los datos de Rubí o Sant Quirze del Vallés. Se ve que en la escuela judicial (por cierto, dirigida por la esposa del juez Llarena) hay asignaturas como "Control judicial de la ley y de los virus", "Responsabilidad extracontractual, derechos reales limitados y las PCR hurgándote muy dentro de tu nariz" y "Derecho adjetivo, derecho sustantivo y un poquito de remdesivir". Mañana iré a la Ciutat de la Justícia a hacerme un serológico. Y de paso que el traumatólogo de guardia me mire la rodilla.

¿Estoy diciendo que las autoridades tienen que poder decretar lo que quieran sin ningún control y que la justicia no debe decir nada? ¡Noooor! Los jueces (y las juezas) estan, entre otras cosas, para velar porque el poder político no aproveche momentos como este para recortar nuestros derechos y libertades. Naturalmente que sí. O sea, son (o tendrían que ser) una garantía y una protección. Pero resulta que aquí todo el mundo se cree foodie porque ha visto dos veces el Joc de Cartas y al final acabamos metiendole piña a la pizza. Y no, porelamordedios, no, viva la pizza, pero sin piña.

Por lo tanto, señores justicia, limítense a velar por nuestro sistema de libertades y de derechos y abstengan-se de valorar por su cuenta situaciones epidemiológicas. Porque no hace falta y, sobre todo, porque después tiene que venir un tribunal superior y enmendarlos. Y, mientras eso sucede, la ciudadanía recibe tantas órdenes contradictorias que ya no sabemos si el famoso gel hidroalcohólico es para las manos o sirve para flambear la piña.