Un servidor y Mireia Belmonte somos los badaloneses universales contemporáneos. Sin que se me enfaden otros ilustres badaloneses universales contemporáneos como Pilar Rahola, Carles Sans, Miguel Poveda, Lluís Marco, Toni y Silvia Soler, Julià de Jòdar, "Fernandisco", mi gran amiga Lídia Heredia, unos cuantos jugadores y entrenadores de baloncesto y personajes históricos como Enric Borràs o Li-Chang. Que no se me enfaden, sí, pero las cosas son como son...

Y, vaya por Dios, resulta que ninguno de los dos somos BTV. BTV es como se llaman en Badalona a los Badaloneses de Toda la Vida, una lista que siempre incluye a los del centro, a los de la Badalona de Mar, como dicen algunos.

 

 

Y no, Mireia no es BTV sino de La Salud, barrio de por encima una autopista que destripa la ciudad desde los años 60. La Salud, un barrio de aquellos donde todas las calles hacen subida. Creado ladrillo a ladrillo los domingos por los trabajadores llegados en tren de Andalucía y Extremadura y que aprovechaban su día de fiesta en las fábricas para construirse un futuro. La Salud, barrio comunista y después socialista que acabó votando el PP de García Albiol, insuperable en el cuerpo en cuerpo demagógico del lepenismo light. La Salud, un barrio donde todavía se puede escuchar aquello de "bajo a Badalona".

Y yo soy de Sant Roc, un lugar que miles de badaloneses no pisarán en su vida. El sur del sur. La Badalona gris por el humo de la industria, allí era negro. Negro del no futuro. Y aquel paisaje, aquella gente y aquel patio de vecinos (y sobre todo de vecinas) de chabolismo vertical, fueron el ladrillo con el que yo construí "Sálvame".

Nunca seré un BTV y no diré que ni ganas, pero es que tampoco lo necesito. Tengo otros fantasmas a quienes perseguir y otras preocupaciones. Soy demasiado complicado y tengo que pasar bastantes cuentas conmigo mismo como para perder el tiempo con según qué.

No le niego que, cuando voy a las fiestas glamurosas y llenas de pluma, Badalona está allí. Aquel piso de 50 metros cuadrados donde mi hermana y yo dormíamos en la misma cama o aquel Titus, la discoteca de los BTV donde de joven no me dejaban entrar porque era de donde era.

Pero aquello es el pasado. Yo ahora me dedico a administrar y engrasar el espectáculo que ofrecen unas criaturas a quien la TV ha sacado de su propio Sant Roc. Si son listas, prosperarán, podrán salir de allí y vivir en un barrio de ricos, en casas donde lo que tiene 50 metros cuadrados es el lavabo pequeño. Y entrarán en el Titus que quieran por la puerta VIP. Pero si no saben administrar la centrifugada que proporciona este escaparate, quedarán triturados y acabarán olvidados en un rincón cualquiera de cualquier Sant Roc, rodeados de ratas muertas. Como estuvo a punto de pasarme a mí. Suerte que soy listo y he hecho terapia explicando mi vida en libros o en obras de teatro. Para purificarme y renacer. Para poder volver de vez en cuando a Badalona a mirar mi pasado y, vaya usted a saber, si mi futuro.