Hace treinta y seis horas que paseamos eso de las inyecciones de hormonas femeninas que el comisario José Manuel Villarejo dice que le fueron administradas a Emérito I para calmar sus sofocos. Bien, para puntualizar él habló de inhibidores de "tosterona", empezó afirmando que "sugirieron" hacerlo y después lo dio por hecho y aclaró que eso se lo explicó Corinna Larsen. Con todo mi respeto hacia la señora Corinna y el señor José Manuel, sobre esta cuestión concreta -la de la "tosterona", no otras- su credibilidad es comparable a la de Putin hablando de derechos humanos. O la del Consejo General del Poder Judicial de separación de poderes.

El caso es que mientras hablamos del volcán que el Emérito paseaba por su no menos emérita entrepierna, no hablamos del resto de lo que dijo Villarejo. Mientras bromeamos mucho, servidor el primero, de las inyecciones para bajar el suflé, estamos pasando por alto cosas como:

- Que él se reunió en la sede de la calle Gènova, y con conocimiento de Mariano Rajoy, con la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, y un abogado para estudiar qué documentación sensible podría tener Bárcenas.

- Cuando, y respondiendo una pregunta de la diputada de la CUP Mireia Vehí, dijo, textualmente: "Imagínese un juez que lo expulsan de la carrera porque se dedica a cobrar con coca, con putas, con dinero y resulta que sólo lo condenan a dos años porque su padre es el presidente de una Audiencia... Esta no es la imagen folclórica de la Justicia que tenemos que tener".

- O lo que afirmó en dos vídeos que me ha hecho llegar el diputado de EH Bildu Jon Iñarritu y que son estos:

Por si no se los quiere mirar (o en este momento no puede), rápido resumen. Defiende y reivindica a los GAL, está orgulloso y se arrepiente de no haber podido formar parte porque cuando le propusieron no le interesaron las condiciones.

No sé usted, pero oyendo estas cosas a un servidor se le hielan las ganas de hacer más bromitas sobre el voluptuoso e irrefrenable priapismo de su majestad. Porque es que esto que afirma Villarejo, y en la sede de un Parlamento, es un golpe de estado al estado de derecho y a la democracia. Eso sí que lo es de verdad y no lo que dicen que lo es las cloacas político-mediático-judiciales habituales. De lo que balbucea Villarejo sólo te tienes que creer según qué, pero aquí no estaba inventándose inyecciones "tosteròniques" para hacerse el gracioso y seguir desprestigiando al padre del actual Rey sino que manifestaba un sentimiento que quería que conociéramos. Quiso que nos quedara claro que él irá a prisión unos cuantos años por haber cruzado todas las líneas y haber querido ser más listo que el Estado, pero que en este mismo Estado hay muchos otros Villarejos que piensan como él y que, si hace falta, lo volverán a hacer. Ellos sí que lo volverán a hacer. Lo que haga falta. Y que no fallarán si lo encargan a profesionales y no a los Amedo y Domínguez de turno que se gastaban los fondos reservados en bingos de barriada y en bares llenos de neones en la fachada donde entre servicio y servicio solicitado comían altramuces y bebían "cubatas" de ginebra Lirios con cola de botella de dos litros.

Villarejo pringará y esparce mierda con el ventilador, pero en este momento hay muchos otros como él que están haciendo exactamente lo mismo que él hacía. Porque un Estado necesita Villarejos que inyecten inhibidores de "tosterona" cuando hace falta. Que lo hagan de verdad para evitar problemas o que hagan ver que lo hacen para intoxicar a la opinión pública en busca de unos determinados efectos.