Cuando los ciudadanos no entienden la justicia, la justicia tiene un problema. Y ojo, entenderla no quiere decir compartirla, que este es otro tema. Entenderla quiere decir percibir que las decisiones que toma son coherentes, lógicas y sensatas. No hay nada peor para la justicia que enviar el mensaje de que, ya sea por culpa de unas leyes pasadas de moda o incoherentes, ya sea por culpa de quienes las aplica, actúa frívolamente.

Y, lamentablemente, una gran parte de la ciudadanía vuelve a tener esta sensación. Ahora por el caso de María José Carrasco, la mujer con esclerosis múltiple que murió ayudada de su marido, Ángel Hernández.

La dejadez de los políticos hace que a día de hoy ayudar a alguien a dejar de sufrir después de años y años de enfermedad incapacitante y sin remedio sea considerado un delito de auxilio o cooperación al suicidio. Eso provocó que una vez Ángel reconoció los hechos, pasara a disposición de un juzgado de guardia. Tuvo suerte y la jueza del 36 de Madrid decidió dejarlo en libertad sin medidas cautelares momentáneas, pero cualquier otro juez podría haber optado por encerrarlo preventivamente. Porque la ley lo permite.

Cómo era de prever, la historia no se ha acabado allí y la cosa ha ido a peor. Resulta que el juzgado 25, que se ha hecho cargo del procedimiento ya que fue quien levantó el cadáver de María José, ha decidido pasarle la pelota a otro juzgado. ¿Sabe cuál? Pues uno de... ¡VIOLENCIA CONTRA LA MUJER!

Y es que el juez se ha acogido a la Ley de Violencia de Género y a la doctrina del Supremo que determinan que "los homicidios cometidos contra quien sea o haya sido mujer del autor o haya tenido una relación de afectividad análoga tienen que ser investigados por juzgados específicos".

Por lo tanto, ahora mismo estamos en un punto donde el caso de Ángel está en un juzgado que entiende de violencia de género pero acusado de cooperar en un suicidio, cosa que le puede significar una condena de entre 2 y 10 años de prisión. Si tiene suerte, le aplicarán una rebaja de la condena por el eximente de actuar por "petición expresa e inequívoca" de una víctima siempre que esta sufriera "una enfermedad grave que la condujera necesariamente a la muerte o le produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar".

Todo un despropósito que me ha recordado una vez más el chiste de los dos vascos que van a buscar setas al bosque y que ya he usado otras veces:

- ¡Aivá la hostia Patxi, acabo de encontrar un Rolex!

- Cagon la trainera de la Sotera Iñaki, si vamos a setas, vamos a setas. Y si vamos a Rolex, vamosRolex.

Pues es exactamente eso. ¿A que estamos yendo? Si hablamos del derecho a morir dignamente y a la eutanasia activa, ¿qué hace aquí en medio la violencia contra las mujeres? Es que no tiene ninguna lógica ni ningún sentido. Es que no tiene nada que ver una cosa con la otra.

Y, sobre todo, qué doble falta de respeto. Para las mujeres que son asesinadas, y que lo son por una reacción inhumana de odio y absolutamente despojada de amor. Y para María José y Ángel, qué juntos llevaron a cabo un acto de humanidad lleno de amor y de ternura infinito y eterno. Pero... ¿en qué cabeza le puede caber a alguien llegar a hacer coincidir las dos cosas?