Vaya, vaya... Ahora resulta que Facebook no es el mundo de fantasía que nos pensábamos. Lo dice una extrabajadora de la multinacional más global, pero que ahora ya no se llama multinacional, y que ha decidido explicar qué vio allí dentro mientras cobraba la nómina. Frances Haugen asegura que la compañía mantiene un discurso en público pero internamente las cosas son muy diferentes. ¿Ah sí? O sea, ¿no son unas bellísimas personas que nos permiten intercambiar gratuitamente mensajes y fotos —creyéndonos que a alguien les importan nuestras fotos y nuestra vida en general— sino que detrás de todo ello hay oscuros intereses? ¡NO PUEDE SER! ¿Y no me dirá también que el negocio de Facebook y el resto de sus empresas es traficar con nuestros datos y venderlos a empresas que lo saben todo sobre nosotros: dónde estamos y con quién, dónde vamos y cuándo, qué comemos y a qué hora, qué pensamos, qué leemos, qué consumimos, cuándo estamos tristes o alegres y por qué... Pues mire, no me lo habría imaginado nunca en la vida. ¡Ahora mismo me pinchan y no me sacan sangre!

La señora Haugen también afirma que el imperio de Mark Zuckerberg, formado por Facebook, Instagram, WhatsApp y Messenger —y entre los cuales no está su peluquero, cosa que queda claro mirando su peinado—, sabe que estas redes sociales son nocivas para sus clientes y que para tener clics y mantenerlos el máximo tiempo enganchados, son capaces de todo. ¡No fastidie! ¿Sí? Pero espere, que se ve que no piensan cambiar la manera de hacer las cosas. Y eso sí que no me lo esperaba. Entre ganar cada día millones de euros o comerse los mocos, han preferido la primera opción. ¡Increíble! Por lo tanto, no estaríamos ante una ONG exultante de buena voluntad sino de un negocio en el que no importa lo más mínimo si perjudica a sus usuarios. ¡TOTALMENTE INESPERADO!

Que un tipo como Zuckerberg sea la sexta persona más rica del mundo y se calcule que cuando mira su cuenta se encuentra un 117 y detrás de un total de seis ceros (o eso dicen hoy sin parar) no tiene que implicar necesariamente que haría lo que fuera para, no sólo mantener esta cifra, sino aumentarla. Y a poder ser de forma y manera exponencial. Porque, claro, él sabe la manera como ha ganado todos estos millones. Él sabe cómo consigue los ingresos, porque él inventó el sistema. Pero ahora que alguien dice públicamente lo que todos sabíamos y nunca lo convertimos en noticia, no sufra que a partir de este momento será como cuando te encuentras a tu pareja en la cama con los Coros del Orfeó Català y con la Orquesta Sinfónica del Liceu —con todos sus instrumentos en pleno funcionamiento— y te dice: "Amor mío, esto no es lo que parece". Ah, pues nada. Todo perdonado. ¡Mark, adelante!

Aquí sucede como cuando los fabricantes de cigarrillos nos dijeron que no sabían que su producto afectaba tanto a la salud de la gente que podía matarla. O como cuando los fabricantes de bebidas con exceso de azúcar afirman que no saben que están llevando a generaciones de niños a graves problemas de salud cuando sean adultos. O como cuando los fabricantes de coches nos han estado vendiendo vehículos maravillosos sin los cuales no éramos nadie y se olvidaron de comentarnos que en la parte posterior tienen una cosa que le llaman tubo de escape y que es por donde sale un humo poco compatible con unos pulmones sanos.

El problema es que seguimos fumando, seguimos bebiendo y comiendo cosas que son de todo menos sanas, la máxima de nuestra vida es "no sin mi coche" y seguimos en Facebook y en Instagram y enviamos mensajes por Whatsapp y Messenger. Y aceptamos sus condiciones y sus reglas. Y aceptamos que el mundo digital, que ahora mismo es el mundo real, esté en manos de tres o cuatro compañías que lo controlan todo. Y, además, nos creemos que ahora es cuando somos más libres.

Y no sólo eso, sino que cuando el chico este del feisbuc y el uasat viene a BCN a velar por sus negocios, lo tratamos como una celebridad y le ponemos alfombra roja. A ver si no va a ser que todo esto sucede porque lo permitimos y, por lo tanto, los efectos que se derivan son los que nos merecemos.