¡Atención, atención! Cambio en la alineación de la actualidad. Sale del terreno de juego la huelga de taxistas y en su lugar entra Venezuela.

¿Venezuela, me está diciendo? ¿Qué quiere que le explique de Venezuela? Yo de Venezuela lo sé TODO. Pero todo de todo. Sí, porque ahora todos somos expertos en Venezuela y todos tenemos una opinión sobre lo que ha sucedido allí en las últimas horas. Ojo, y no hablamos con la boca pequeña, no. La vehemencia de los argumentos es de grado 23 en la escala de Richter, que sólo llega a 12.

Ayer no teníamos ni idea de quién era Juan Guaidó, pero hoy hablamos con tanta familiaridad que parece que por Sant Esteve comiéramos los canelones con él. Y, venga, del Tito taxista pasamos a Juan el venezolano.

Y, sí, cuando hace 24 horas reventó la cosa, más de uno tuvo dudas a la hora de escoger a favor de quién iba. Porque ya se sabe que aquí se trata de tomar partido. Pero enseguida encontramos el camino correcto. ¿Me considero de derechas y liberal? A favor del Guaidó. ¿Me considero progre de izquierdas? A favor de Maduro. Pasa como con Palestina e Israel o las nucleares, que escoges en función de cómo te quieres etiquetar ideológicamente.

Y parecería que después de lo que hemos visto publicado sobre el procés en según qué medios, lo más prudente sería callar. Por si acaso. Por aquello de no hacer el ridículo y tal. Pues no. Sin tapujos y sin manías. Imagínese usted qué debe pensar un habitante de Maracaibo sobre el procés si ha leído según qué escrito por según quien o si ha visto según qué programas de TV.

Que, por cierto, con eso de las informaciones... ¿Cuándo una cosa es golpismo y cuándo no? ¿Por favor, podrían pasarnos unas instrucciones? Es que yo ya me he perdido. Los mismos, exactamente los mismos, que hablan del golpista Puigdemont consideran que Guaidó ha hecho lo más normal del mundo y que esto suyo no es ningún golpe de estado. Ah, y con las instrucciones de lo que se considera o no golpismo, si puede ser, me adjuntan unas fotocopias sobre qué es la ley y sobre cuándo la cumples y cuándo no. Porque resulta que querer votar es dar un golpe de estado vulnerando la ley y echar a un presidente votado por la gente es poner fin a una dictadura. Y un servidor, como es limitadito, no acaba de pillarlo.

De todos modos, lo más bonito es el rato que le dedican a Venezuela y el interés y la pasión que vierten en ello. Como si Venezuela fuera una provincia española. ¿Por qué todo eso, se preguntará usted? Bien, Venezuela es la Catalunya americana. Venezuela es a la política española lo que Catalunya fue en las elecciones andaluzas o en el Parlamento de Extremadura. Venezuela es un cerdo del cual los partidos y los medios españoles de extremo centro lo aprovechan todo para hacer embutidos patrióticos. Venezuela es la manera que el extremo centro ha encontrado para movilizar los suyos a base de demonizar a los otros. Venezuela es una arma arrojadiza perfecta en el debate político del 2019.

Venezuela es perfecta para poner la línea a partir de la cual se sitúan los buenos y los malos. Y los malos, naturalmente, siempre son los otros...