La política ha decidido que los problemas ya no se solucionan en los parlamentos (una institución que, casualmente, recibe este nombre porque allí van a hablar) sino en las urnas. ¿No nos ponemos de acuerdo? Pues si las encuestas me son favorables y quizás saco 10 diputados más, me la juego y pido cartas a ver si tengo suerte.

¿Problemas? Básicamente un par: 1/ En España, entre una cosa y otra, el coste de unas elecciones es de 185 millones de euros y 2/ Ir haciendo elecciones y más elecciones implica ir prorrogando y prorrogando presupuestos, cosa que perjudica a una mayoría de ciudadanos a los que la vida les va de 100 euros. Total, la demoscopia es quien decide quién podrá poner la calefacción este invierno y quien no. Apasionante.

Pero unas elecciones, aparte de darte a 15 diputados más (o no), ¿para hacer qué? O mejor dicho, ¿para conseguir qué? Son tiempos estos en los cuales no se trata de hacer propuestas ni de convencer sino de demonizar al rival, que ahora es el enemigo. No me vote a mí porque soy bueno, vóteme porque destruiré todos los que no piensan como usted y que además de ser muy mala gente, se comen a los niños y roban las dentaduras postizas a los abuelos. Gracias a mí desaparecerán todos estos a quien usted odia. Usted no se preocupe y déjelo en mis manos.

Dos mundos enfrentados con una zanja tan profunda en medio que es imposible establecer cualquier puente. ¿Resultado? Los 15 diputados que espero sacar de más (o no) sólo se los puedo quitar (o no) a los partidos que están en mi mitad. Y si los pierdo es porque los de mi mitad me los quitan a mí. Y en el otro lado, lo mismo. Retroalimentación total. De manera tal que pagamos 185 millones para que las dos mismas mitades del mismo pastel se re-repartan hasta el infinito las mismas migas.

Y con la siempre estimulante esperanza que algunos de los antiguos votantes de todos los otros partidos que no son el mío (mis enemigos) se queden en casa y que el aumento de la abstención, por obra y gracia de la ley de Hont, haga que en vez de ganar 15 diputados quizás sean 20. Amén.

O sea, cada convocatoria electoral sirve para que se resituen los votos entre bloques. ¿Estimulante, no cree? Por eso los gobiernos con encuestas a favor, se afanan en convocar elecciones y las oposiciones con buenas perspectivas las piden.

Pero no se vaya, que esta no es toda la formula de la bebida de moda. Falta el ingrediente clave: el efecto "quién paga la fiesta". Quien manda realmente en España son "los acuerdos", que es como le llama David Jiménez, exdirector de El Mundo, en su libro "El director" al pacto entre empresas para decidir qué pasa y como pasa.

"Los acuerdos" no han visto nunca con buenos ojos esto de Podemos. Y han decidido pedir cartas para que Sánchez le tome estos famosos 15 diputados a Iglesias, el invento le reviente, la nueva izquierda de la izquierda sea Errejón y en el otro lado forzar el pacto con los Ciudadanos que perderán hasta la camisa y que se agarrarán a lo que sea para poder sobrevivir.

En resumen, la pregunta "¿Elecciones, pa qué?" no está bien formulada. La pregunta correcta es "¿Elecciones, pa quien"?. Y la respuesta es "pa ellos".