Esto ya estaba y resulta que no. Y huele a que estamos yendo a muy mal. Estamos desconcertados y no vemos la salida. Y lo peor es que parecía que ya lo teníamos, esta vez sí, y que efectivamente era "como una gripe". Y eso todavía es peor. Porque es como cuando alguien con quien tienes muchas ganas de quedar para cenar te va diciendo que mañana y este mañana no llega nunca. Y cuando, por fin, te pone fecha, te la anula el día antes. Y después lo repite. Una y otra vez.

Y mire que hace días que nos lo veíamos venir. Porque si alguna cosa hemos aprendido en los dos últimos años es a intuir cuando recibiremos y por donde nos vendrá. Pero no creíamos que tanto como está siendo. Y esperábamos la hostia más tarde, de cara a pasado Reyes. Y aquí es cuando empezamos a fruncir el ceño. Más todavía. Porque si nosotros lo vemos, los que saben de la cosa también lo estaban viendo. Nos dicen que siempre tenemos que mirar a Dinamarca, que ahora es nuestro referente. Porque a ellos les sucedió hace dos semanas lo que nos está sucediendo hoy a nosotros. Pues reaccionemos y dejemos de ir siempre dos semanas tarde, ¿no?

Uno que entiende me decía hoy: "Oh, es que son medidas impopulares". Ya lo entiendo, ya, que a nadie le gusta que le cuelguen el monigote, pero si tienes que acabar tomándolas, ¿cuanto antes mejor, no? ¿Por qué esperar? ¿A que todo sea peor y las restricciones todavía seas más impopulares? Y, oiga, que aquí no están para ser populares o no sino para salvar vidas y para no arruinar todavía más a la gente.

Y desanima mucho que cuando es el momento de la historia en que la ciencia sabe más, comprobamos que al final no sabemos tanto como nos creíamos. Nos pensábamos que teníamos adiestrados los virus y resulta que hicimos muchas previsiones sobre como se comportaría este y no se ha cumplido ninguna. hemos descubierto que no somos invencibles y ha resultado que ha muerto la certeza. Y los virus hacen cosas imprevistas. Y nos preguntamos cómo puede ser. Pues puede ser porque es. Le llaman la realidad.

Y siguen sin explicarnos las cosas cómo nos las deberían explicar. Muchas las intuimos por experiencia, pero no por la información que recibimos. Nos dijeron que si el 70% tenía dos dosis, eso ya estaba hecho. Y no. Porque es que no es así. Y ahora los terraplanistas que no se agarren a lo que no es. No, no estoy diciendo que las vacunas no son la gran solución, al contrario. Suerte tenemos de ellas. Pero nos deberían avisado e insistido desde el principio de una manera clara en el aviso de que no inmunizaban el 100%. Tan claro como "Mire, si se pone las dos dosis y está más o menos sano evitará morirse, pero quizás acaba en el hospital. Vacunas igual a compra de boletos para no morir. Y no vacunarse si que es jugar a una lotería que es probable, esta sí, que te toque". Tal cual. Y eso lo empiezan a decir ahora de esta manera y los del papel de plata en la cabeza aprovechan para sembrar más dudas. Súmele que la gente está harta y habremos hecho un pan como unas hostias. Una vez más por no hablar claro. Por tratarnos como adolescentes.

Y Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en el símbolo de la libertad, entre los aplausos de sus fans, que cada vez son y serán más. Los que queden vivos. Porque mejor muertos que sin poder tomar cañas. Porque a mí no me pasará nada y este miércoles me tocará la lotería, la otra, pero el virus ni se me acercará. Ah, pero no nos pensemos que aquí somos mejores y más juiciosos. Oiga, miles de catalanes no se han vacunado hasta que estaba en riesgo poder ir a los bares, al gimnasio o de viaje.

Y mientras, quien me pide a mí el pasaporte covid en el restaurante quizás no está vacunado. ¿Quién lo entiende esto? Y quien está con personas mayores, para cuidarlos, para que no los pase nada, quizás tampoco lo está. ¿Alguien me explica cómo se come eso? Es como si un médico se juega la medicación de sus pacientes a la ruleta rusa y si toca veneno, qué lástima, páselo bien y ya le llevaremos un pianista al tanatorio.

Total, que el virus siempre nos pilla justo en el momento en que hemos bajado la guardia. Qué casualidad. Y eso cada vez se parece más al vestuario del PSG, donde todo el mundo va a la suya. Y yo no entiendo nada. Y eso que dedico una parte de mi día al intentar entender alguna cosa. Será que ya no doy para más.