De momento ya me he jugado una cena y una merienda a que el PSC obtendrá un resultado electoral muy próximo en escaños al de Ciutadans. ¿Por qué? Por el olfato político de Miquel Iceta.

Sí, ya sé que al PSC se le han ido algunos alcaldes, que ha perdido concejales y que bla, bla, bla. Pero es precisamente eso lo que hará crecer este partido electoralmente a corto plazo. Y a medio plazo, por ejemplo pensando en las elecciones municipales, ya hablaremos cuando toque, que todavía falta muuucho tiempo, la vida da muchas vueltas y siempre estamos a tiempo de todo.

El PSC ha ido perdiendo los últimos años, una tras otra, diversas capas de catalanismo. Y parecía que el partido se quedaba sin discurso político ni público a quien dirigirlo. Pero Miquel Iceta se hizo con el control del invento. Un invento que conocía perfectamente porque está en la sala de máquinas del partido antes que en el PSC hubieran máquinas. Y en las últimas elecciones al Parlament ya salvó los muebles, consiguiendo mejores resultados de los que le daban las encuestas.

Liberado del lastre que le permite olvidarse definitivamente del electorado "catalanista", que ya no es el suyo, y gracias a un 155 que marca definitivamente la frontera entre el aquí y el allí (o el allí y el aquí), Iceta ha visto claro cuál es el discurso que le puede dar votos ahora mismo. Y este discurso no es otro que un españolismo moderado y de centro-izquierda putaramonetista que huye del desenfreno en que para la mayoría de votantes no indepes se ha convertido Catalunya. I, sobre todo, que no es tan radical como Ciudadanos.

Iceta sabe que una gran parte del voto de Ciudadanos en el área metropolitana son antiguos votantes sociatas. Y ahora, sin tener que hacer equilibrios para contentar un voto "rural" que ya da por perdido (y que cuantitativamente le es prescindible), les puede ofrecer un producto atractivo. Simplemente se trata de movilizar para el Parlament el tradicional voto PSOE de las generales que se había marchado a los naranja porque el PSC de los últimos tiempos les parecía demasiado catalanista. Un Nacional-Felipismo del Siglo XXI a quien hay que sumar la jugada Espadaler. Es la aportación de aquel voto de misa y tortellet dominical que no acababa de ver claro eso de Ciudadanos, sobre todo por el tema de la lengua y el anticatalanismo, y que ahora identifica el PSC de Iceta como el nuevo partido del orden. Y más todavía con los convergentes de toda la vida tan desaparecidos en combate que ya no son ni siquiera el Pedecat, que se han dejado flequillo cupero y que están en manos de un señor huido de la justicia.

- ¡Ay Díos, pero cómo vamos a votar a un prófugo! ¡Huy no, en casa esto no lo hemos hecho nunca!

- Muy bien dicho Maria Antonia. Y oye, este, el Iceta, es un chico muy simpático. Sí, es de estos que tú ya sabes y que ahora hay tantos y que se dan besos por la calle y todo, pero no lo parece. Y se le ve limpio... ¿Por cierto, me puedes pasar una pastita de hojaldre con cabello de ángel?

Y lo mejor de todo es que a este electorado no le influye para nada el debate sobre la involución democrática asociada al 155 y sus efectos. Con ejemplos muy evidentes en la aplicación arbitraria del delito de odio o en la censura cada vez más descarada. En resumen, el chocolate del loro socialista. O eso creo yo. Por eso estos días me juego cenas y meriendas. La próxima semana ya lo veremos, porque este país cambia a tal velocidad que el rollo que le acabo de meter puede haber caducado mucho antes. Pero, si eso sucediera, Iceta será lo bastante hábil como para adaptarlo a su discurso.