Sucedió hace muchos años. Un servidor de usted estaba constipado, tenía mucha tos y fué al médico. Me recibió un señor doctor de una cierta edad, un más que evidente sobrepeso y que se estaba fumando un puro de un diámetro considerable. Sí, sí, dentro de la consulta. Y, sí, sí, la consulta estaba llena de humo. De puro. En el momento de decirme que dejara de fumar, el ya mencionado puro quedaba alojado en un lateral de su boca, sostenido por dos labios ennegrecidos. Aquel cigarro sólo descansó en el cenicero de cristal situado en uno de los laterales de la mesa en el momento en que el doctor escribió la receta de un jarabe destinado a mi mal.

Sin saberlo, aquel señor estaba protagonizando la metáfora de lo que años después serían las fake news de las fake news, un espectáculo con doble mortal y tirabuzón que hoy le hemos visto hacer, ampliado y mejorado, a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid.

Aquel médico no tenía ninguna credibilidad para prohibir nada, como hoy Cifuentes no ha tenido ninguna credibilidad para defender su honorabilidad. Pero aquel médico estaba convencido de que podía recibir pacientes fumando un puro sin ningún tipo de problema. De la misma manera, Cifuentes está convencida de que puede comparecer en un Parlamento para defenderse de unas acusaciones y salir sin haber dado ninguna explicación de lo que se le pedía y, además, haciéndose la ofendida y la indignada. ¿Por qué? Porque, en aplicación del modelo de fake news de las fake news, quien tenía que dar explicaciones ha pedido explicaciones a los otros.

O sea, quien te dice que dejes de fumar se está fumando un purazo de un palmo y te tira el humo a la cara y quien está acusada de haber falsificado un título universitario, no sólo no demuestra que sí, que hizo el famoso master y el trabajo final de curso, sino que afirma que se lo han inventado todo para ir contra ella.

Oiga, imaginemos que a mí acusaran, como hace Ignacio Escolar en eldiario.es con Cristina Cifuentes de: 1/ haberme matriculado tres meses después del inicio del master, 2/ no haber ido a clase, tal como confirman en el caso de Cifuentes todos los alumnos consultados nunca la vieron por allí, 3/ no haber asistido a ninguno de los exámenes, 4/ decir que has defendido tu trabajo de final de master ante un tribunal en una fecha en que a ti te faltaba todavía una asignatura para aprobar, 5/ decir que has hecho el examen en Madrid un día en que consta que el tribunal examinador estaba en Aranjuez, 6/ que se sepa que una funcionaría me ha cambiado dos "no presentados" que había en mi expediente por dos "notables", 7/ que mi trabajo de final de master no aparece por ninguna parte y resulta que días después de estallar el escándalo, la universidad dice que lo tienen pero no pueden enseñarlo "por culpa de ley de protección de datos". 8/ que posteriormente se sepa que el rector de la universidad donde he hecho el master afirma que no tiene el trabajo y entonces mi entorno diga que lo he perdido "porque he hecho tres mudanzas" y 9/ y para rematarlo todo, aparece un acta de evaluación de mi trabajo de final de master, pero sin sello ni fecha de entrada en el registro de la universidad y con dos firmas falsificadas.

Pues bien, si a mí acusaran de todo esto y todo esto fuera mentira, de entrada me presento hoy en el Parlamento con la copia del trabajo que yo tendría que tener en mi ordenador o pido una copia a la universidad, o hago lo que sea. Y traigo compañeros que confirmen que yo iba a clase y llevo a un perito que demuestre que las firmas de la evaluación del trabajo son reales.

Pero no, en vez de eso hoy Cifuentes nos ha dicho que no fumemos, mientras ella se metía entre pecho y espalda un Montecristo número 4 de 3 palmos. Ah, y haciendo ver que estaba indignada y haciéndose la ofendida, pretendía que nos tomáramos el jarabe.