Vivía entre Nueva York, Munich y BCN. En esta última ciudad desde mitad de los años 90. Y ahora ya no. Snifff. En una entrevista que le hicieron en La Vanguardia el año 2009 decía que "la gente ve BCN como una ciudad de luz, pero yo creo que es una ciudad de sombras. Me gustan las sombras, el misterio. Mi obra es romántica, emocional, poética. Necesito un ambiente que tenga esta atmósfera poética y lo encuentro en BCN". En otra entrevista explicaba que huyó de Londres "asfixiado por el conceptualismo omnipresente que sofocaba el resto".

El protagonista de esta triste historia se llama Sean Scully y es "pintor internacional". Sean, pobre, nunca más podrá ver las sombras de BCN. ¿Por qué? No, su salud es impecable. El problema es que se ha ido. Físicamente. Los motivos los ha explicado al diario económico Financial Times y, resumidos, serían: todo el mundo habla catalán y se ha sentido muy marginado. Y su mujer y su hijo de 12 años también. "Al final, no pudimos soportar Barcelona por esta mierda". La mierda es uno de los idiomas que se habla en la ciudad. Concretamente el catalán. Pero dejemos que sea el propio señor Scully quien desarrolle este elaborado argumento.

Sostiene el artista abstracto, muy apreciado en Alemania y ahora instalado en Aix-en Provence (Francia), que se han tenido que marchar "por el crecimiento del nacionalismo en la ciudad que amábamos (...) En Barcelona, ibas a las reuniones y hablaban completamente en catalán, como diciendo 'vete a la mierda'". Mientras, su mujer, la también artista internacional Liliane Tomasko, aprovechaba para denunciar que a ella "le dijeron" que en el patio de la escuela "su hijo debería hablar en catalán en vez de en español". Cómo puede comprobar, un ambiente irrespirable. Lo que no entiendo es como lo han podido soportar durante treinta años.

Aprovechando que al señor Scully le interesaba tanto el misterio de la capital catalana, habría estado bien que hubiera aprovechado para investigar por qué extraño y misterioso enigma secreto en Catalunya hay gente que habla catalán. Y seguidamente que se hubiera preguntado cómo es posible que un "artista internacional" reputado a quien se le supone una sensibilidad especial por las cosas no sólo no ha manifestado ningún interés por esta forma de manifestación cultural local sino que ha decidido mentir para justificar una decisión.

Porque, sí, Scully ha mentido. No, no sólo no es cierto sino que es rotundamente falso que "en las reuniones" que se hacen en nuestro país se hable "completamente" en catalán. Si hay alguien que en "una reunión" no entiende el catalán, SIEMPRE y TODO EL MUNDO cambia al castellano. Y si alguien lo entiende pero no lo habla, la tendencia es a cambiar TAMBIÉN y TODO EL MUNDO. Y eso sucede en las "reuniones", en la universidad, en los medios de comunicación (públicos y privados) y en todas partes. Pero, y siguiendo con el misterio y las sombras, sobre este señor ya para siempre quedará una sombra y un gran misterio sobre los auténticos motivos de su huida.

Él no es el primero -ni será el último- que utiliza esta excusa de la lengua, el nacionalismo y el bla, bla, bla para desaparecer. Un conocido profesor autocalificado como "intelectual" ya lo hizo hace años. Según dijo, no soportaba más la presión nacionalista y la dictadura de la lengua. Olvidando que pocos días antes de hacer pública su decisión, un compañero suyo también profesor y compañero de trabajo le había devuelto su reloj de pulsera. Públicamente. Y si el otro profesor tenía su reloj era porque "el intelectual" se lo había dejado en la mesilla de noche de la habitación donde había estado retozando el día anterior con una señora que resultó ser la señora del señor que se encontró el reloj. O sea, la señora del compañero profesor. Como también era del compañero profesor la mitad de la cama y de la habitación del piso donde sucedieron los hechos. Por cierto, en aquel momento "el intelectual" esperaba un hijo de su joven compañera sentimental oficial, y ella fue la presión nacionalista y la imposición del catalán que le dijo "o nos vamos o ahí te quedas".

Pero, ¿sabe qué me sabe más mal de esta historia? Que la familia Scully-Tomasko también se tendrán que marchar d'Aix-en-Provence. ¿Y sabe por qué? ¡Porque allí tienen la puta manía de hablar francés, ya que es su lengua! Pobre Scully, el artista internacional, la intolerancia lo persigue allí donde va...