¿Qué, le gustan estos dos combativos carteles, verdad? Nada, son unos inofensivos cómics para niños fruto de la respuesta popular a las agresiones que significan los recortes. y como los recortes son una agresión, ¡¡¡VIVA LA VIOLENCIA!!! ¡¡¡MUERA LA INTELIGENCIA!!!

Pero, claro, como siempre sucede, ya ha salido quien ha criticado la bondad franciscana de estas bucólicas imágenes que no dejan de ser un inocente cómic que expulsarían de un capítulo de la Peppa Pig por demasiado naïf. Y, la verdad, no lo entiendo. Nada. La primera es muy bonita porque el conseller Comín ya tiene un ojo cerrado, cosa que querría decir que antes de recibir la hostia que vemos, ya ha recibido alguna otra. Y la segunda todavía lo es más porque aquí el conseller está sentado, como en la famosa escena de Reservoir Dogs, y ya tiene sangre en la cara, cosa que también indicaría que la fiesta ha empezado hace rato. Bien, y que continuará, porque mientras le acaba de soltar un sopapo, la simpática enfermera ya tiene a punto la otra mano.

Y, hablando de enfermeras, no entiendo tampoco que se hayan quejado de esta tierna estampa donde quedan retratadas como violentas. Todo el mundo sabe que ellas, como los médicos y el resto de personal que trabaja en los hospitales públicos del país, ha respondido a los recortes dejando de trabajar con la dedicación necesaria y tratando a los pacientes con un desinterés total y absoluto. Y sobre todo, sin ninguna humanidad ni empatía. De manera tal que ni siquiera tienen el detalle de dirigirse a los enfermos por su nombre. Sólo hace falta pasar algunas noches en urgencias, circular por las UCIS o por las unidades de semicríticos, o ver lo que pasa en planta, para darse cuenta de cómo no intentan hacer su trabajo de la manera más digna posible. Sobre todo teniendo en cuenta las condiciones en las que tienen que trabajar. Sólo hay que pasar algunas noches en urgencias para ver que no trabajan con ningún estrés añadido, para comprobar que no cambian el gesto ni nada cuando ven un montón de pacientes en los pasillos, algunos de ellos sentados en sillas de las salas de espera, y para darse cuenta de que, además, no tienen que soportar las impertinencias de algunos enfermos y de algunos familiares que, efectivamente, están enfermos, pero de educación y de comprensión. Por no hablar de su nula paciencia para explicar a los pacientes y a los acompañantes, que no saben ni una pizca de medicina, lo que los equipos médicos están haciendo en cada momento y por qué.

Pues bien, a los indocumentados que critican estos carteles, quiero decirles que me habría gustado mucho ver la misma reacción ante la masificación de urgencias. Porque, claro, los recortes que empezaron ya hace 3 consellers justifican mostrar una agresión al actual conseller, el mismo al que tú has dado apoyo a través de la aprobación de los presupuestos del gobierno del que forma parte. Porque, claro, cuando una concejala musulmana es insultada por la calle es lógico culpar a un exalcalde de generar el caldo de cultivo que lo provoca, en cambio si alguien un día agrede al conseller que aparece en estos carteles tan simpáticos, habrá sido por osmosis inversa. Y mirando a Pamplona. ¡Viva Gandhi!

En definitiva, que todo es la respuesta del pueblo indignado a la violencia de unos recortes a los que damos apoyo, sí, pero los carteles son la manera de marcar ovarios mostrando que les damos apoyo, pero no mucho, y que, en todo caso, no somos nosotros los que lo hacemos. Vaya, que cuando pierdes la votación donde se ha decidido dar apoyo a los presupuestos, el espíritu asambleario dice que hay que demostrar a todo el mundo que tú eres la minoría selecta que nunca se venderá por un plato de lentejas. Y, por supuesto, hay que hacerlo con violencia de género.