Cuadragésimo aniversario de la Sagrada Constitución española. En Madrit (concepto), un Estado está de celebración con toda la pompa que la ocasión merece. El mismo día, diputados de Junts per Catalunya, Esquerra y la CUP hacen un ayuno de 24 horas en solidaridad con los presos políticos en huelga de hambre para reclamar que el Tribunal Constitucional haga su trabajo. Nuevamente dos mundos opuestos donde uno tiene su ley y la aplica como quiere y el otro la sufre en silencio, como en el anuncio aquel.

Padres que queréis un futuro lleno de luz y de color para vuestros hijos, intentad que de mayores sean un Estado. Veréis como no les faltará de nada y su vida será mucho mejor. Aparte, podrán encarcelar a cualquier persona que los moleste, sea un Gobierno, un Parlament, un manifestante, un cantante o una Virgen de Montserrat a la que le das la vuelta y nieva.

Total, que a la hora que sería la de la comida, pero que no lo ha sido por motivos obvios, he ido a la casa de los Caputxins de Sarrià, en BCN.

Capuchinos 6 12 18

En el patio, un pequeño escenario y varias filas de sillas que a aquella hora están vacías. Varios diputados buscan el rincón del sol para sacarse el frío de encima. La gente que transita por allí se les acerca y les comenta cosas. Todo es muy próximo. Una señora, por ejemplo, le dice a Elsa Artadi que no está nada de acuerdo con la manera en que comunica el Govern. Un señor le dice a un diputado de Junts per Catalunya que la gente tendría que dejar de pertenecer a ningún partido político.

Al fondo del patio hay una escalera a través la cual se puede acceder al segundo piso. Allí hay una sala con una estufa de butano que reúne a su alrededor a varios diputados (y diputadas) en busca de calor. Es de la marca Timshel. La estufa, no los diputados (y diputadas). Un piso más arriba hay el espacio donde todos pasarán la noche.

En el patio se ha puesto en marcha una tertulia sobre actualidad, justo delante del acceso a una puerta lateral que es mágica. De vez en cuando llegan personas, tocan el timbre y de allí salen raciones de arroz a la cazuela servidas en platos de vajilla. Vaya, que los platos no son de plástico. Al cabo de un rato, las mismas personas, vuelven a venir con los platos, pero ahora vacíos y limpios, y los devuelven.

Es fácil descubrir quién hace el ayuno. Sólo hay que observar quién bebe mucha agua. Algunos con azúcar. Cuando llevo un largo rato por allí, consigo tener los pies helados. Es cuando pasa por mi lado el alcalde de Ripoll, Jordi Munell, y le comento que la temperatura ya parece la de su pueblo. Sonríe. Él pasea llevando un polo y una americana.

Subo a recuperar los pies al lado de la estufa. Y allí conozco a Josep. Le pregunto si también hace ayuno y me dice que hoy no comerá ni cenará. "Ya lo he hecho otras veces, sobre todo cuando llegué a BCN el año 1952". Y me explica que con 20 años se marchó de Benifallet para intentar encontrar un futuro en la capital. Y que cuando llegó estuvo unos cuantos días prácticamente sin poder comer y durmiendo en la calle, hasta que pudo pagarse una habitación en una pensión. Después fue trabajando hasta que, estudiando de noche, consiguió sacarse el título de perito industrial en Terrassa. Lo más sensacional es que Josep, en esta misma sala, el año 1965 dio clases. Durante tres semanas, sin cobrar, a un grupo de misioneros que poco tiempo después se marchaban a Colombia. Él les enseñó nociones básicas de mecánica de subsistencia para poder resolver situaciones en la selva.

"Pero lo que les hizo más servicio a aquellos chicos –me explica a Josep- fue lo que les enseñó un compañero que tenía dibujados en una libreta todos los insectos de la zona donde iban. Y en color. Él les explicó cuáles eran venenosos, cuáles eran malos y cuáles se podían comer. Y había unos que decía que eran mejores que las gambas".

Josep ahora tiene 87 años, es viudo desde hace un año y vive solo. Cuando le pregunto por su día a día me dice una frase que me ha hecho pensar mucho: "Nosotros ya lo teníamos todo hecho. Fue mejor que muriera primero ella porque así le he ahorrado el disgusto de echarme de menos como yo la echo de menos". ¿Hasta cuándo? "Bien, yo voy viviendo de media hora en media hora. Si he superado la media hora anterior, voy a por la siguiente. Y si la supero, media horita más...".

Mientras charlamos, ha ido llegando más gente. Ha aparecido una guitarra, la gente se ha sentado en torno al guitarrista y han empezado a cantar. Todas las piezas son de Llach. En el "Viaje a Ítaca", la memoria falla en alguna estrofa y aquel momento del “Bon viatge per als guerres que al seu poble són fidels” ("Buen viaje para los guerreros que en su pueblo le son fieles") se convierte en un "Puigdemont president, Catalunya independient". A mi lado está el abogado Jaume Alonso-Cuevillas que comenta: Estaría bien cantar también alguna de Albert Pla. Propongo "Papa yo quiero ser torero".

Aparece todavía más gente y todo el mundo que entra se pone a cantar. Hasta que es el turno de la Estaca y se da por acabada la sesión de canto y el diputado Eduard Pujol anima a la gente a bajar al patio para seguir una lectura de poemas a partir de cartas de los presos. Una señora exclama: "lástima, aquí ahora se está calentito".

Claro, gracias a la famosa estufa de butano. Pero, ¿qué pasará cuando se acabe el butano? Sergi Sabrià, portavoz parlamentario de Esquerra, me propone una solución: "Hacer como hacíamos antes, sacar la bombona y sacudirla. Tendremos para media hora más". Vaya, como Josep...