Sí, sí, hay una explicación comercial, económica y bla, bla, bla, pero no puedo evitar relacionar esta tradición tan nuestra del Black Friday con una inmensa tomadura de pelo. Ojo, y que quede claro que hablo por mí y porque soy un ser extraño.

El primer año la cosa duró un día. Comprar y punto. El año pasado, el de la eclosión, algunos ya lo hicieron durar un par de días y empezaron la campaña publicitaria una semana antes. Y este año ya hace tres semanas que escucho, veo, recibo y me bombardean con publicidad relacionada con las bonitas ofertas prenavideñas (por cierto, yo que estoy en todas las listas Robinson posibles y no doy mi dirección de correo a ninguna empresa de ningún tipo, ¿cómo puede ser que reciba publicidad de marcas con las que tengo cero relación? Misterio misterioso).

Total, que los unos anuncian descuentos del 30% y los otros del 50%. Y la cosa va desde coches y viajes a todo lo que cabe en un centro comercial, incluidos televisores, ordenadores y herramientas de bricolaje. Ahora todo es Black Friday. Todo es oferta y descuento. Y aquí es cuando me siento estafado y que me toman el pelo.

Si una marca de ropa, una perfumería, un concesionario de furgonetas o una empresa de seguros me puede descontar esta semana un 30%, quiere decir que la próxima también podría hacerlo. O la anterior. O todo noviembre. O en octubre. Y, por el mismo motivo, podría tenerlo siempre un 30% más barato, ¿no? Y no sólo este año sino hace cuatro años, cuando todavía no habíamos importado eso de hacer rebajas el viernes posterior al día de Acción de Gracias, que en los EE.UU. lo celebran el cuarto jueves de noviembre y que al paso que vamos pronto celebraremos también nosotros (bien, o quizás China pasa a controlar el mundo y entonces haremos su Fin de Año chino...).

Insisto, ya me sé todos los argumentos que justifican la maniobra, pero eso no evita que piense que me aplican unos márgenes abusivos que no tienen ninguna otra razón de ser que la de ganar mucho. Y si de lo que se trata es de que, para vender más, bajan precios, cáspita, bájelos siempre y siempre venderá mucho más, ¿no? Bueno, digo yo desde mi total ignorancia.

Quien más quien menos conoce a alguien que trabaja o ha trabajado en una tienda de ropa y que te ha explicado el tanto por ciento que cargan en las piezas. Y es una es-ta-fa. Total y absoluta. Que sí, que sí, que se pagan muchos impuestos y que los alquileres son abusivos, pero si de una camisa hecha en Bangladesh que en origen vale 1 euro y normalmente te hacen pagar 30, resulta que esta semana pagas 20, la cara de encantado de que te queda no te la saca nadie. Al menos a mí y con este y con el resto de productos.

Es que lo encuentro tan absurdo que es como si a partir de ahora, con el cachondeo este del Black Friday, el viernes nos descontaran un 30% del sueldo. Y lo dejo aquí para no dar ideas pero ¿verdad que no? Pues eso, que no. No a la "tradición" y sí a que me siento engañado.