A la hora de escribir esta pieza desconocemos si a las 23.59.59 del día 15 de octubre del 2020 todos los bares y restaurantes de Catalunya tendrán que cerrar o no durante 15 días. De momento. De momento no lo sabemos y de momento serán 15 días. Sobre el segundo de momento, tiene pinta que si al final es que sí, no serán 15 días. Pero, ¿de qué depende que salga cara o cruz? De un juez. Y lo que determine tampoco cambia la esencia de este artículo.

Sí chico, España sigue siendo este bonito lugar donde todo pasa por un juez. También las decisiones que tienen que ver con la salud. ¿Usted estos días quiere hacer panellets en su casa? Pues no descartemos que sea un juez quien acabe decidiendo si puede o no puede y que le elija el sabor. Esta vez, pero, la sensación es que le han pasado la pelota (al juez, no a usted ni a los panellets) a ver si en el último momento anula el decreto de la Generalitat y de esta manera todo el mundo queda bien. ¿Y, qué quiere decir quedar bien?

Como si fuera un Miguel Bosé cualquiera, servidor de usted también tiene su propia teoría de la conspiración. Pero sin 5G. Ni Bill Gates. Ni George Soros. A ver, la Generalitat ha presentado esta mañana de jueves a la justicia un decreto sin número, ni fecha, ni firma. Y la justicia se lo ha devuelto enseguida diciendo que la cosa no está correcta y que hagan el favor, por favor de Dios que donde van a parar. Muy bien. Dos preguntas a hacer: 1/ ¿Eso ha sido un olvido imperdonable fruto de la incompetencia?, i 2/ ¿Es posible que unos servicios jurídicos que deben estar hartos de redactar y enviar decretos cometan este error tan evidente? Pues no lo creo.

He preguntado y me han dicho que este procedimiento es el habitual. O sea, la Generalitat ha enviado el decreto como hace siempre. Y si no se firma es por una formalidad que evita problemas administrativos en el caso de que la justicia acepte una parte del contenido y rechace otras. La diferencia es que normalmente el juez no lo retorna acompañado de un reproche. Y menos realizado públicamente. O que trascienda. ¿Dónde quiero ir a parar? ¿Y si la Generalitat, viendo que aumentan de una manera alarmante los casos de COVID (aquí y en toda Europa), ha decidido que tenía que hacer un golpe de efecto para que nadie pudiera decir que hacemos las cosas como las hacen en Madrid? ¿Y si este golpe de efecto era anunciar el cierre de bares y restaurantes, una medida no menor por el impacto económico y social que implica, con un decreto que la justicia pueda revocar? Y una vez revocado, la justicia queda bien porque era una medida impopular, la Generalitat queda bien porque lo ha intentado y ha demostrado que es partidaria de tomar medidas, no como otros, y los bares y restaurantes finalmente continúan abiertos. Pero, sobre todo, se ha dado un toque de alerta en un doble sentido. En el de "chicos (y chicas), ojo que no vamos bien. Si entre todos no vigilamos, caemos por el barranco" y en el de "bares y restaurantes que no cumplís, haced el favor. Ah, y Guardias Urbanas de ciudades y pueblos, a hacer cumplir la normativa y si no, multa y, si hace falta, cierre. ¿Qué, podría ser, no?

Ahora bien, el problema es que mientras esperamos, los bares y restaurantes no saben qué sucederá con la comida que ahora mismo tienen en las cámaras, no saben si tienen que comprar para afrontar el fin de semana, no saben si tienen que ir al gestor a activar los ERTE, no saben si podrán pagar las facturas del mes o tendrán que cerrar definitivamente... No saben nada de nada. Quizás mañana a las 7 de la mañana tendrán que abrir la persiana o quizás esta noche la cierran hasta vaya a saber cuando. O para siempre. Y toido esto a pocas horas de cumplirse el plazo.

¿No sería más lógico hacer las cosas con un poquito menos de improvisación? Ya lo entendemos que mientras decidimos qué hacemos y qué no hacemos el virus no se detiene, pero después de siete meses quizás ya deberíamos haber aprendido a espabilar y a aplicar el sentido común.