Esta mañana hemos escuchado lo que le decía Luís Bárcenas a un juez de la Audiencia Nacional. Así resumido sería: el PP se financió ilegalmente con dinero negro y este dinero se contabilizaba con una contabilidad extracontable. Esto último, ciertamente, un concepto a tener muy en cuenta.

Ahora bien, ha dejado claro que los contratistas que aportaban este dinero lo hacían "para echarle una mano al partido sin esperar nada a cambio". Vaya, una cosa como la del Espíritu Santo y la concepción del niño Jesús. Pero más adelante ha insinuado que sí, que alguna cosa caía, pero que él de eso ya no sabe nada porque todo se hacía en el palco del Bernabeu. ¡¡¡Patapam!!!

También ha explicado que Mariano Rajoy fue quien decidió cortar la relación con las empresas de Correa, el señor Gürtel. En cambio no ha dicho nada de las posibles relaciones con el resto de señores generosos y amables y desconocemos si siguieron repartiendo billetes, como quién reparte bocadillos de sobrasada en una fiesta infantil, y que explicaría esta fiebre para construir AVEs, aeropuertos, autopistas arruinadas o proyectos fallidos como el tan famoso como olvidado trasvase del Ebro.

¿Pruebas presentadas por Bárcenas de lo que ha dicho? Ni una. Como siempre. Por lo tanto, todo eso puede ser cierto o no. Es lo que Jordi Pujol definió como el "dicen, dicen, dicen". Pero ahora volveremos a Pujol. De momento vamos a la reacción del PP.

El secretario de comunicación, Pablo Casado, ha salido en seguida a decir que las manifestaciones de Bárcenas "forman parte de la estrategia de defensa y que el acusado no está obligado a decir toda la verdad". Y tiene toda la razón. Y los que acusan tampoco. Y le diré más, quien acusa puede estar mintiendo mucho. Algunas portadas de diario dignas de haber sido creadas por los hermanos Grimm así lo demuestran. Y eso me permite volver a Pujol y el "dicen, dicen, dicen".

Lo he escrito en otras piezas, pero insistiré por si acaso alguien tiene la tentación de sacar de contexto alguna frase: éste ni es un artículo de defensa de Jordi Pujol, ni de ninguno de sus hijos. Va de actitudes políticas que quedan en evidencia cuando lo que has dicho de los otros no te lo aplicas a ti mismo.

Cuando el diario ABC dedica 5 de las 7 portadas de la semana pasada al caso Pujol, ¿de qué estamos hablando? ¿De presunta corrupción o del uso de la corrupción de unas personas para desacreditar unas ideas? Porque eso es el 80% del caso Pujol en los medios: dicen, dicen, dicen. Y cuando lo dices (eso), rápidamente te acusan de connivencia con la corrupción, No mire, ya sé que a algunos no les conviene porque les desmonta el chiringuito, pero es muy importante distinguir el grano de la paja. Y el grano es algún hijo de Jordi Pujol haciendo, presuntamente, cosas tan feas que el código penal las castiga. Y la paja es relacionar independentismo con corrupción, como hacen repetidamente la prensa y los políticos del unionismo radical. Porque si vale este argumento, vale el contrario:

La unidad de España que defiende el PP es una cortina de humo para tapar que es un partido corrupto, adjudicador de obra pública a cambio de financiación para pagarse las campañas electorales y para pagar sobresueldos en dinero negro a sus máximos dirigentes, incluido el actual presidente del Gobierno. Y estas adjudicaciones las han hecho por una cantidad tan brutal de dinero que han arruinado por dos generaciones esta España que tanto dicen amar y que sólo es un instrumento por tapar su miseria moral.

Pero eso no puedo decirlo porque no tengo pruebas. Como el unionismo radical no tiene pruebas de lo que repiten desde hace tres años: que el independentismo es un invento para seguir robando. Con lo cual estamos ante argumentos extraargumentales. Vaya, como la contabilidad extracontable, pero en discurso político-periodístico.

No se si me ha captado lo que me vengo a referir...