¡¡¡GRACIAS!!! Compañeros y compañeras de la Teletrés, de verdad, os estoy muy agradecido. No os podéis llegar a imaginar cómo han cambiado mis comidas gracias a haber hecho caso del clamor ciudadano que os demandaba, como un solo hombre (y una sola mujer), el "fuera las agujas de nuestros televisores". Vuestra decisión de dejar de mostrar en los Telenotícies como decenas de ciudadanos (y ciudadanas) eran convertidos en un emmental, a base de clavarle banderillas en forma de vacuna, me ha provocado un relajamiento de una magnitud tal que ahora los tomates de la ensalada (de tomate) de la comida me vuelven a tener sabor a tomate. Bien, y la judia tierna con patatitas de la cena, ahora se me pone tan bien que me duermo como un angelito de una manera natural y sin que haya que contar vacunas.
Pero más allá de esta gracia que nos ha permitido unos momentos de relajamiento que siempre son útiles para animar una actualidad que cada día nos agota, lo que hay detrás de la cosa es fascinante. Como puede influir en muchas personas una decisión que tú nunca podrías suponer que tuviera unos efectos ni tan solo imaginados. Y, sobre todo, como las redes, eso que ahora está tan de moda rechazar porque ha roto monopolios, sirven para que sucedan cosas. Cosas que parecen sencillas e intranscendentes y que, estas sí, son las que realmente interesan a la gente (se ha fijado en que ya sólo me falta escribir que han venido para quedarse y tenemos un combo de campeón).
¿Un ejemplo? El famoso tuit del actor Pep Cruz explicando que había ido a un supermercado a comprar, que pidió poder usar el WC y que se negaron. Parecía una banalidad, pero no sólo no lo era sino que miles de personas se sintieron identificadas con un tema que hasta aquel momento parecía que no existía porque no había salido en ningún medio de comunicación. Y, sí, existía. ¡Y tanto que existía! Con los bares cerrados a partir de las cinco de la tarde y sin lavabos públicos, nadie ha pensado en miles de personas que quizás tienen una necesidad urgente y que están abandonados.
Si me permite la provocación, nos llenamos la boca de hacer carriles bici (necesarios, pero algunos de los cuales están mal planteados y es absurdo) porque queda chupiguai. Los carriles bici son unos llenapistas muy bien vistos para poder ponerse medallas, pero no pensamos en poner lavabos para la gente, ni bancos en las esquinas para que las personas mayores tengan un lugar para poder sentarse y descansar cuándo salen a pasear. Porque en el imaginario colectivo esto no nos hace sentirnos mejores. Y, sobre todo, en un mundo donde cada vez viviremos más años y, por lo tanto, seremos una sociedad envejecida en que serán más necesarios los bancos y los lavabos que los carriles bici. No por nada, sino por la edad de la población usuaria.
Pues eso de los pinchazos de las agujas, poco más o menos, sería esto. Una brasa mortecina a la que la gente le da aire y de no se sabe donde aparece un incendio. Y, de repente, a la redacción de una cadena pública les llega una cosa que allí nadie se había planteado nunca: que enseñar cuarenta y cuatro vacunaciones seguidas, con primeros planos de agujas, a muchos de los clientes les provoca un descalabro. Y, a raíz de esto, descubren que por inercia estaban haciendo una cosa de una manera que tenía una alternativa mucho mejor. Sí, y parte de la culpa la ha tenido twitter. Ya sabe, este lugar perverso lleno de cretinos que te llevan a la contraria, no como la vida real donde todo el mundo es Teresa de Calcuta pero en muy amable y donde puedes vivir en una burbuja donde sólo te aplaudan los que no necesitan ni un vater público ni un banco para sentarse.