En todas las cocinas siempre hay un cajón o un rincón donde guardamos aquello que coloquialmente llamamos una goma de pollo. Son aquellas gomas elásticas generalmente amarillas y delgadas que originariamente servían para atar los muslos y las alas del pollo a la carcasa. Empezaron a caer en desgracia cuando dejamos de comprar los pollos enteros.

Las gomas de pollo tienen la gran virtud que sirven para muchas cosas. Desde abrir la tapa de los tarros de cristal más rebeldes a proteger las copas en el lavavajillas, pasando por asegurar el cierre de un tupperware, hacerse una cola en el pelo o reforzar la protección de un bocadillo previamente envuelto.

Tanta versatilidad sólo es comparable a la del famoso artículo 155 de la Constitución. Cada vez que lo leo me viene a la cabeza una inmensa goma de pollo. ¿Lo recordamos?

Tú te lo lees detenidamente y no dice nada de la inmensa mayoría de decisiones que se han tomado invocando su redactado. Se ve que el concepto "medidas necesarias" es un eufemismo que realmente quiere decir "medidas necesarias a gusto de quien lo aplique". Y esto, como pasa con la goma de pollo, lo aguanta todo.

Y así ha sido como el 155 se ha usado para destituir al president y al Govern, decidir qué cargos cesaban y cuáles no y cuándo tenían que hacerlo, convocar elecciones, decidir quién se podía presentar o no, decidir que quien se podía presentar no podía ser elegido president por la mayoría de los diputados, decidir qué diputados podían no ser presidentes, decidir si un candidato elegido por los ciudadanos podía ser diputado o no, decidir qué diputados tenían derecho a votar en los plenos y cuáles no, decidir quién puede ser conseller o no, etc, etc...

El 155, efectivamente, es aquello que tienes en un rincón porque te puede servir para cualquier contingencia y que se estira y se encoge a conveniencia. Como una goma de pollo.

El problema es que, cuando hace tiempo que las tienes guardadas, las gomas de pollo empiezan a secarse y se convierten en pegajosas. Y pierden la elasticidad. Y sin elasticidad, las gomas de pollo se endurecen y la mínima manipulación hace que se rompan en añicos.

Pero hay un problema peor. A veces, de tanto utilizarlas para cosas para las cuales no están diseñadas, las gomas de pollo nuevas se rompen. Son las desdichadas consecuencias de forzar las cosas innecesariamente. Y excesivamente.

Pero vaya, que todo el mundo es muy libre de hacer lo que quiera con las gomas de pollo que guarda en casa y después afrontar las consecuencias de su mal uso. Porque más tarde o más temprano, quien abusa de las gomas de pollo, deberán afrontar las consecuencias.