Inmediatamente después del escrutinio electoral los medios del establishment se han apresurado a proclamar y celebrar “la muerte del Procés” pero sería muy miope confundir la victoria minoritaria de Salvador Illa con la idea de que los catalanes se conformarán a partir de ahora con ejercer como una comunidad autónoma castellana más. La voluntad de ser, la reivindicación del autogobierno y la afirmación de la identidad propia de los catalanes seguirá indefectiblemente determinando la política catalana y también la española, como ha ocurrido a lo largo de la historia.

Lo que ha cambiado el Procés ha sido reducir el ámbito catalanista a la estricta opción independentista y, por supuesto, ahora hay menos independentistas que antes catalanistas y además están divididos. Sin embargo, las consecuencias del Procés serán en buena parte irreversibles. Da igual proclamar la muerte del Procés, porque el independentismo no desaparecerá. Lo que no queda claro es cómo lo harán sus líderes para recuperar la credibilidad, dado que todo el mundo ya ve la independencia de Catalunya tan cerca como los socialistas, la sociedad sin clases, y no hay que descartar que surjan nuevas ofertas que remuevan otra vez el mapa político catalán.

Pese al resultado electoral, Esquerra Republicana está en condiciones de mantener una posición de poder considerable. Le puede exigir la luna al PSC en el ayuntamiento de Barcelona, en las diputaciones, en Madrid y en la Generalitat a cambio de hacer presidente a Salvador Illa

El caso es que, de momento, los actores son los que son y asistiremos en los próximos dos meses a varias representaciones en el Parlament, que tendrán probablemente un final feliz en el último minuto, para evitar la repetición de los comicios. Lo que ocurrirá en Catalunya tiene dos incógnitas. Qué hará Pedro Sánchez y qué hará Esquerra Republicana, porque lo que hará Junts per Catalunya no ofrece dudas.

Carles Puigdemont presentará su candidatura a la presidencia de la Generalitat y su elección se ve ahora improbable, pero no descartable del todo cuando la política se convierte en un continuo Dragon Khan. Falta saber el resultado de las elecciones europeas, cuándo y cómo irá la aprobación de la amnistía, si los jueces serán capaces de superar la tentación de encarcelar al candidato a la presidencia y qué consecuencias tendría. Y al fin y al cabo, Salvador Illa no puede reivindicarse como el candidato más legítimo si en Madrid y en Barcelona han sido los socialistas quienes gobiernan habiendo perdido las elecciones. Y en este sentido puede entenderse que Puigdemont reclame el apoyo recíproco.

Junts pretende formar gobierno al 50% con ERC, forzando a ambos partidos, con poder decisorio en Madrid, la abstención del PSC. Si no lo consiguen, el plan B de Puigdemont es mantener la negociación con ERC para que no haga president a Illa e ir a una repetición electoral con una suerte de reedición de la coalición Junts pel Sí, es decir, Junts y ERC, e incluso quizás la CUP, presentando una candidatura independentista unitaria que consideran ganadora para asegurar un gobierno de obediencia estrictamente catalana.

En Madrid todo el mundo habla de elecciones generales en breve. Probablemente una eventual repetición electoral en Catalunya llevaría a Pedro Sánchez convocar elecciones generales el mismo día

Todo esto dependería también de las negociaciones de ERC y Junts sobre los presupuestos del Estado. En Madrid todo el mundo habla de elecciones generales más pronto que tarde. Para aprobar las cuentas, los partidos catalanes exigirán una financiación singular para Catalunya equiparable al concierto vasco. Según le hayan ido las europeas y los pronósticos que hagan las encuestas, Pedro Sánchez, si se ve capaz de ganar unas elecciones generales, rechazaría las demandas catalanas y con ese pretexto convocaría elecciones generales, seguramente el mismo día que las catalanas, con el objetivo principal de prescindir del apoyo de Junts per Catalunya. Y en ese caso, si se vota todo el mismo día, incluso una candidatura unitaria independentista en las elecciones catalanas lo tendría muy difícil para superar a un PSC que en las generales más disputadas suele superar de largo el millón de votos.

Hay una manera de resolver la ecuación en la que los independentistas no tendrían nada que hacer. Salvador Illa puede presentarse a la investidura y encontrarse que, sin haber pactado nada que se pueda explicar, que es lo que suele decirse, votan a su favor PP y Vox, tal y como están pidiendo interesadamente los espadachines de la caverna. Inmediatamente, Illa resultaría elegido president de la Generalitat porque los tres suman mayoría absoluta, pero esto desmontaría toda la estrategia de Pedro Sánchez, basada en el rechazo de la extrema derecha. En tal caso, lo más probable es que Sánchez le diga a Salvador Illa que si no tiene garantizado el apoyo de ERC y Comuns no se arriesgue a ser elegido presidente con los votos de Vox, y que no presente candidatura, aunque el riesgo sea la repetición de los comicios.

Así que todo depende de Esquerra Republicana, un partido imprevisible, porque sus bases militantes tienen una trayectoria rebelde que las honra y porque ahora mismo no está claro quién manda de verdad. A ERC no le costaría nada quedar la mar de bien votando a favor de la investidura de Puigdemont, siempre y cuando el PSC le garantice en privado que no se abstendrá, que de ninguna manera Puigdemont será presidente y tendrá que irse a casa. Después, justo antes de que termine el plazo, ERC se cargaría de razones para apostar por la estabilidad y evitar nuevas elecciones. Algunos sostienen que la debacle de ERC ha sido por su connivencia con los socialistas y que continuar con la misma estrategia sería políticamente suicida. Sin embargo, ERC, pese al resultado electoral, está en condiciones de mantener una posición de poder considerable. Le puede exigir la luna al PSC en el ayuntamiento de Barcelona, en las diputaciones, en Madrid y en la Generalitat, a cambio de hacer president a Salvador Illa. La legislatura dura cuatro años y en estos cuatro años ERC seguiría teniendo a mucha gente colocada en las instituciones con recursos y con capacidad de ensanchar progresivamente la base. Decía Giulio Andreotti que el poder desgasta a quien no lo tiene y, en este caso, quien no lo tendría sería Junts per Catalunya, que si no funciona la Puigdemont experience entrará, inevitablemente, en una nueva fase de refundación y vete a saber, quizá entonces, Junts y ERC se pelean esta vez a ver quién es el mejor amigo de los socialistas bajo el lema “Illa, president; Catalunya independent”