Una de las malas consecuencias de la sectarización borreguil de la opinión pública es que el personal se lanza, con entusiasmo digno de mejor causa, a perseguir a cualquier liebre que cualquiera suelte a correr, siempre que se le haga creer que ello sirve para machacar al enemigo político. En nuestros tiempos, es ya imposible frenar o controlar el flujo de la información; pero hay más recursos que nunca para manipularla y hacer pasar las mentiras por verdades, las pequeñas miserias por amenazas apocalípticas y –si me lo permiten los culés- los atracos arbitrales por gestas deportivas.

A la vista del alboroto que ha provocado la nota de la Asociación de la Prensa de Madrid sobre ciertas prácticas de Podemos en relación a los periodistas, parecería que la libertad de expresión en España está a punto de desaparecer por culpa del partido de Pablo Iglesias. Hemos visto a la presidenta de esa asociación corporativa paseándose cual Juana de Arco por todos los medios, jaleada por muchos de sus colegas y por los dirigentes de los demás partidos, que han descubierto de repente –almas cándidas- que a los periodistas y a los medios se los presiona: algo que, por supuesto, ninguno de ellos ha hecho jamás.

Vaya por delante que no me hago la menor ilusión respecto a las convicciones de Pablo Iglesias y los suyos sobre la libertad de expresión. Todos los que tienen una concepción instrumental de la democracia son un peligro potencial para ella, y ese peligro crece a medida que se aproximan al poder. No quiero ni pensar en qué situación estaríamos si Iglesias hubiera obtenido aquella todopoderosa vicepresidencia del Gobierno que exigía para sentar a Pedro Sánchez en la Moncloa, o si él mismo llegara a ocupar la presidencia del Gobierno. 

Hoy no hay un solo partido en España que no disponga de sus propias tropas organizadas en las redes, la única diferencia es la eficacia de unos y otros

Es cierto que Podemos ha montado una armada de comandos cibernéticos que practican con gran eficacia el bullying político, adiestrados para agitar y contaminar el debate, llenar el aire de azufre y neutralizar las informaciones que los perjudican por la vía de amedrentar a quienes las difunden. Es probable que las principales víctimas de esas partidas de la porra sean los periodistas. Pero a continuación hay que añadir dos observaciones importantes:

Primera, que esa práctica ha hecho fortuna y hoy no hay un solo partido en España que no disponga de sus propias tropas organizadas en las redes. La única diferencia es la eficacia de unos y otros: los de Podemos siguen dando sopas con honda a todos los demás. Leyendo la escandalizada declaración que hizo Patxi López secundando la denuncia de la APM, daban ganas de invitarle a que mire entre sus colaboradores más próximos y pregunte por el tristemente famoso (dentro del PSOE) “comando Luena”, que actuaba sin disimulo alguno desde la misma sede de Ferraz y del que su jefe de filas se enorgullecía.

Segundo, que pretender hacernos creer que el tercer partido del país, con una presencia parlamentaria importante pero en absoluto decisiva y cuyo poder institucional se limita a un puñado de alcaldes tiene capacidad para atemorizar a profesionales de la información curtidos en mil batallas hasta el punto de poner en peligro la libertad de expresión en España, es abusar de nuestra credulidad.  Por más que lo intente la quijotesca señora Prego, no hay forma de hacer pasar a los molinos por gigantes.

En este y en todos los países, las verdaderas amenazas contra la independencia informativa han venido siempre del poder, que es quien puede conseguir, si se lo propone, que se despida a un periodista, que un medio de comunicación se asfixie económicamente o que el director de un periódico reciba indicaciones terminantes en cuanto a su línea editorial. Algunos recordatorios:

En España, un gobierno del PSOE organizó una sórdida operación de espionaje para grabar y difundir escenas escabrosas de la vida privada del director de un periódico hostil. 

Lo primero que hizo Aznar cuando llegó al poder fue intentar meter en la cárcel al propietario del mayor grupo de comunicación de España. A continuación entregó una de las dos televisiones por satélite a un compañero de su colegio al que previamente había puesto al frente de Telefónica. Y lo último que hizo fue coaccionar a los directores  de todos los medios durante la jornada del atentado del 11-M para que secundaran sin rechistar su versión de la autoría de ETA.

El gobierno de Zapatero usó el poder de otorgar licencias para regalar una cadena de televisión a los amigos del presidente y otra al grupo tradicionalmente más próximo al PSOE. Que la primera haya terminado siendo “TelePodemos” y la segunda en manos de Berlusconi es sólo fruto de la consuetudinaria torpeza de los socialistas cuando se lanzan a hacer experimentos en el mundo de los medios.

Rajoy, a la chita callando, mantiene desde hace años al grupo PRISA atado al dogal de dejarlo caer en la bancarrota si no se porta bien en los momentos importantes. Y casi sin ruido, logró que pusieran en la calle al tóxico director de El Mundo, que había orquestado varias operaciones “marca de la casa” para desestabilizarlo al frente del PP.

Y ¿qué decir de Catalunya? ¿Qué director o periodista influyente de un medio catalán no recibió en tiempos del pujolismo advertencias, reprimendas y “ofertas de las que no se pueden rechazar” respecto a su línea informativa? ¿Cuántos fueron personalmente llamados al Palau de la Plaça Sant Jaume para agasajarlos y de paso advertirles sobre lo que se esperaba de ellos?

Es patente el clima coercitivo al que están sometidos los medios y los profesionales de la información en Catalunya

En cuanto al momento actual, es patente el clima coercitivo al que están sometidos los medios y los profesionales de la información en Catalunya. Comparada con esto, la persecución de Podemos a sus críticos en las redes es un juego de niños. Escriba o pronuncie una palabra que resulte molesta para los administradores del Procés –o simplemente, insista más de la cuenta en la corrupción sistémica del partido de Mas- y se verá anatemizado y públicamente lapidado como un hereje enemigo de Catalunya. TV3 ha logrado pulverizar el récord de manipulación informativa alcanzado por la Telemadrid de Esperanza Aguirre, que parecía imbatible.

En Argentina saben bien lo que es un gobierno, el de la familia Kirchner, acosando a los medios y a los periodistas críticos (ahí fue donde los de Podemos se iniciaron en estas prácticas). Y en Estados Unidos, Trump ya ha iniciado la cacería contra los grandes medios: The New York Times, The Washington Post o la CNN tienen hoy muchos motivos para preocuparse.

Todo eso son presiones de verdad, de las que dan miedo. En comparación con ello, lo de Podemos no pasa de ser una gamberrada desagradable. Y no porque no quieran más, sino porque, al menos de momento, no pueden. Así que la escandalera de estos días se asemeja mucho a una liebre falsa.