Los humanos llevamos muchos años viviendo en un estado de decepción permanente. Todo empezó el día que nos dimos cuenta de que, cuando estábamos jodidos y necesitábamos a alguien a nuestro lado que nos animara y nos apoyara emocionalmente, no había nadie; la mayoría de las personas que creíamos que nos amaban o, al menos, nos apreciaban, se escondían detrás de excusas más baratas que una camiseta de hace diez temporadas y huían. No es fácil encontrar a alguien en quien confiar y en quien contar cuando las cosas no nos van bien; por eso, me atrevo a afirmar, con mucha seguridad, que la IA (la inteligencia artificial) lo va a romper y nos desbancará. Pero empecemos por el principio, vayámonos a los inicios de la dependencia humana. Lo primero que hicimos los humanos para estar seguros de tener a alguien a nuestro lado cuando más lo necesitáramos, fue crear la figura del esclavo: tú pagabas un dinero y, a cambio, tenías a una persona que hacía todo lo que tú querías. Al principio, todo el mundo estuvo muy contento porque parecía que habíamos solucionado el problema, pero, pasado un cierto tiempo, los esclavos (que no estaban nada contentos) se rebelaron y se acabó lo que se daba. No contamos con el factor humano, no tuvimos en cuenta que los esclavos también tenían sentimientos y eso nos pasó factura.

Por eso (tras examinar pros y contras), el siguiente paso que dimos los humanos fue adoptar perros. Los perros son animales completamente fieles a la persona que les da de comer. Sí que es cierto que pueden tener algún sentimiento, pero no son humanos. Aquí sí que estábamos convencidos de que ya lo teníamos todo ganado, pero apareció otra traba con la que no contábamos: los perros no eran capaces de aprender nuestra lengua y eso hacía imposible que pudieran darnos consejos. Les podíamos dar la tabarra día y noche, pero no podían respondernos; y esto, por un lado, está muy bien, pero, por el otro, tienes la sensación de estar hablando solo. Y esta constatación nos hacía volver a la raíz del problema: la soledad. Mal asunto.

La IA siempre está; las personas, no. Por esto triunfará y seremos completamente dependientes de ella

Tras esta verificación, el paso más lógico fue dar el salto a la IA; que es donde estamos ahora mismo. La inteligencia artificial está siempre, SIEMPRE; el día, la hora, el minuto, el segundo que más te apetezca. Y no solo esto, la IA responde a todas tus preguntas, te hace el trabajo que te da pereza hacer (contratos, trabajos de la universidad, redacciones...), te escucha y —lo que es más importante— te entiende. La IA siempre está; las personas, no. Por esto triunfará y seremos completamente dependientes de ella. El móvil ya nos hizo un pequeño adelanto de cómo iría todo. A todo lo que he dicho hasta ahora, hay que añadir que la IA no es inepta en ningún campo y que siempre es muy eficiente en todo lo que hace; las personas, en cambio, son ineptas en casi todos los campos y, normalmente, no son nada eficientes —sobre todo desde que instauraron la ESO, que fue la gota que colmó el vaso de la inteligencia humana y del razonamiento lógico. La IA aprende cada día, hace bien las cosas y no te juzga ni te da su opinión personal (tan pesada de escuchar, sobre todo cuando te la dan sin que se la hayas pedido). Ante la ineptitud humana, cada vez más acentuada, y ante el declive de la inteligencia humana, la IA estará allí para pensar por nosotros, para pensar lo que ya no seremos capaces de pensar, porque nuestro cerebro habrá quedado reducido a la imbecilidad más absoluta. El sistema educativo ya hace tiempo que está enfocado en esta dirección y, en cuanto al mundo laboral, cuanto más inepto y lameculos eres, más te ascienden. Con un panorama así, nos hará mucha falta la IA para solucionar y para entender los obstáculos que nos iremos encontrando; que, a medida que la inteligencia humana vaya descendiendo, habrá cada vez más. Llegará un momento en que los humanos tendremos los fusibles mentales tan chamuscados que ya no sabremos ni cómo nos llamamos; pero estad tranquilos, la IA estará a nuestro lado para recordárnoslo.