No sabremos si Pedro Sánchez realmente se planteó dimitir hace cinco días. Tampoco qué ha pasado y cuáles han sido las reflexiones de fondo más allá de los ocho minutos de discurso. Lo que sí es cierto es la inflexión. Un “punto y aparte” y una mutación de la legislatura tras el movimiento presidencial más radical en fondo y forma. El uso de un instrumento tan extremo —una carta a la ciudadanía vía X (antiguo Twitter)— ha mantenido al país en vilo y a una oposición desconcertada ante la posible dimisión del presidente, decisión inédita desde 1981. Es pronto para valorar si Sánchez sale más fuerte o más débil sin la necesaria visión del medio plazo.

El logro pasa por la posibilidad de romper una dinámica que tenía atrapado a Sánchez. El complejo ciclo electoral, una oposición a sangre y fuego, la imposibilidad de arrancar la legislatura y el punto muerto desde la investidura puede haberse roto. La euforia del gobierno, más allá de lo evidente —Sánchez no dimite— pasa por haber encontrado un leitmotiv propio, una razón de fondo que justifique la acción política del presidente. La defensa de la regeneración democrática del país, un hilo que también une a sus socios. Hasta ahora, solo había un Pedro Sánchez subordinado a los pactos parlamentarios a múltiples bandas. Un camino tortuoso más de supervivencia que de peso propio. 

La reflexión de Sánchez le sitúa un escalón por encima y engancha con el discurso democrático de Europa y Estados Unidos. Más allá del sufrimiento familiar al que apela, Sánchez ha buscado un golpe de legitimidad en estos cinco días, la recuperación de una autoridad que le ha negado el PP desde la investidura.

La indefensión de los bulos, la revolución digital, el uso de la mentira como arma política, amplificada en las redes, es un problema de las democracias

Los socialistas europeos han celebrado la permanencia de Sánchez. A falta de líderes socialdemócratas —sólo tres países miembros—, en unas elecciones donde, en palabras de Emmanuel Macron, Europa se juega su existencia, la UE prefiere que la quinta economía de la eurozona tenga presidente a la inestabilidad del botón nuclear que habría supuesto su salida, con una dimisión que habría sido muy similar a la de António Costa.

Esto no significa que Sánchez haya gestionado bien la transparencia con la actividad profesional de Begoña Gómez. Uno no elige las circunstancias, como le gusta decir al presidente. Por eso, en un contexto de informaciones falsas y otras ciertas, clarificar en todo lo posible las reuniones y el rol de Begoña Gómez en el marco de la codirección del máster tendrá que ir unido a la regeneración que pide el presidente.

La indefensión de los bulos, la revolución digital, el uso de la mentira como arma política, amplificada en las redes, es un problema de las democracias. El espacio virtual, la red, dificulta desmontar la mentira. Este es el contexto donde Sánchez enmarca la regeneración democrática anunciada en la comparecencia sin preguntas. ¿En qué se traducirá? ¿Y cómo? Es difícil saberlo todavía. Puede apuntar a la reforma del CGPJ o facilitar el acceso a la judicatura. Desde la Moncloa dan por hecho que se materializará pronto en propuestas, medidas o iniciativas desde el Consejo de Ministros. Regular la desinformación, los bulos, será imposible. Como ocurrió en la Europa post Brexit, quedó en nada y despertará el rechazo de la profesión.

Hay otra novedad fundamental. Sánchez responde a un “el que se pueda mover que se mueva, el que pueda hacer que haga” de Aznar. Lo que es inédito es que el presidente del Gobierno pida a una mayoría social que se movilice. Las movilizaciones del PP han sido contra la amnistía, pero no sólo. La mecha pasó por Ferraz y terminó en el muñeco de Sánchez colgado en forma de piñata. Una tensión a la que se ha sumado un amplio sector conservador de la judicatura y las altas instituciones del Estado revuelto contra una coalición que incluye a nacionalistas e independentistas. Ahora Sánchez pide una revuelta similar en sentido contrario.

El hiperliderazgo del presidente es marca propia desde el inicio de su existencia política. Las decisiones clave las ha tomado solo. Ahora lo ha vuelto a hacer en el giro más brusco de sus últimos años. Veremos cómo.