El punto más sensible, e incluso diría que la única rendija democrática del próximo ciclo electoral, es la candidatura de Gabriel Rufián a la alcaldía de Santa Coloma. No sé si Rufián conoce lo suficiente la historia del país para ser consciente de ello, o si en su partido alguien como Sergi Sol se ha parado a pensarlo. Supongo que las razones que han llevado a ERC a postular a Rufián para alcalde de Santa Coloma son más prácticas que intelectuales, y ya está bien que sea así. El portavoz madrileño de ERC necesita una salida política y Oriol Junqueras necesita liquidar la sociovergencia antes de que la sociovergencia lo liquide a él.

Más allá de las urgencias personales, sin embargo, la candidatura de Rufián es una jugada arriesgada porque toca el núcleo de la política española ante Europa, y porque solo se podrá evaluar a largo plazo. A mí me recuerda mucho a la jugada de investir a José Montilla en el segundo tripartito. Sin aquel movimiento, el independentismo no habría encontrado el oxígeno que necesitaba en el mundo de CiU y del PSC para poder desbordar el muro propagandístico del autonomismo. Entonces el país iba hacia arriba y estaba claro que podía absorber el veneno que desprenden los traumas cuando hurgas en ellos. Ahora ya veremos qué pasa, tal como va el mundo.

Por más que TV3 promocione a VOX, en Catalunya la herida más honda de la guerra y del franquismo no viene de la violencia fratricida entre la izquierda y la derecha, como en el resto del Estado. Viene del impacto de la inmigración española en la autoimagen del país. La primera función política de las grandes oleadas migratorias fue sustituir al ejército en el trabajo de imponer el castellano y destruir el tejido social de Catalunya. Ahora que el PSOE finge que quiere enterrar el franquismo, conviene recordar que el ejército español, en Catalunya, se autodenominaba de ocupación, y que entró en Barcelona un 26 de enero para vengar la derrota de Montjuic de 1641.

En Catalunya la herida más honda de la guerra y del franquismo viene del impacto de la inmigración española en la autoimagen del país. La primera función política de las grandes oleadas migratorias fue sustituir al ejército en el trabajo de imponer el castellano y destruir el tejido social de Catalunya. 

Con Europa desnazificada, España no se podía permitir sostener su unidad sobre un ejército de ocupación y la inmigración sirvió para dar un barniz de hegemonía cultural y demográfica a la represión franquista. Durante la transición, los inmigrantes hicieron en Catalunya el papel que los jueces han hecho en el procés, hasta el punto que el régimen de 1978 no pudo acabar de romper con la dictadura porque a la sociedad catalana le faltó cohesión y nervio. Con la investidura de Montilla, la herida étnica se empezó a cerrar, y esto convirtió a Rufián en uno de los símbolos de ERC y del independentismo.

Si ahora Rufián despierta el mismo odio visceral que Inés Arrimadas despertaba durante el procés es porque parece que quiera dar marcha atrás para volver a explotar los traumas del franquismo que habían servido para legitimar el régimen del 78. Hay que recordar que, antes de sacar los jueces, los españoles se hartaron de presionar sobre la herida étnica para intentar parar los progresos del independentismo. Ahora que la justicia española tiene que hacer media con la europea, y que los algoritmos se han vuelto tan útiles para manipular a las masas, los orígenes tienen nuevo una importancia inesperada en Catalunya.

Santa Coloma es una plaza clave porque, para sobrevivir, ERC necesita obligar a los partidos de CiU y del PSC (y aquí incluyo a Podemos y a Ciudadanos) a afrontar el conflicto nacional a pecho descubierto, sin disfrazarlo de horteradas etnicistas. No solo se trata de obligar a los partidos que hicieron la Constitución de 1978 a elegir entre el independentismo y VOX, también se trata de dejar a los hijos de la inmigración sin excusas. En el área Metropolitana todavía hay una diferencia entre votar un partido u otro. Para un indígena de Osona, o para mí mismo, que soy de Barcelona, no hay ninguna diferencia significativa entre los partidos de Vichy.

Los hijos de la inmigración todavía pueden elegir diferentes futuros para Catalunya en una urna sin contradecir a los jueces españoles, ni traicionarse a ellos mismos. Esta es la herida étnica que el PSOE quiere utilizar para legitimar la democracia española ante Europa, mientras silencia o folkloriza la Catalunya histórica. ERC pretende trasladar el conflicto nacional al área metropolitana y sembrar el terreno para poder decir a sus habitantes "a ver si tenéis cojones de votar a los partidos de VOX". Más vale que nos prepararemos para la respuesta. Porque el pueblo catalán no se va a rendir y, tal como va España, tarde o temprano caerán hostias en alguna dirección.